Estaban en medio de Manhattan Bridge, abrazados, besándose ajenos al mundo, al bullicio que les rodeaba… Pecho contra pecho, sintiendo sus latidos, el calor del otro. Habían tardado en dar ese primer paso, el qué dirán les había cerrado los ojos durante tanto tiempo.
Hasta ese momento, hasta ese encuentro en el que sus manos se rozaron, no fueron conscientes de que su amor era correspondido. Bastó un chispazo para que se apartaran del mundo y fueran por una vez ellos, sólo ellos. Se amaban.
De repente unos gritos de auxilio les devolvió a la realidad, al caos que les rodeaba. El Doctor Octopus estaba allí, frente a ellos, vociferante y destrozando todo lo que tenía a su alcance, aturdido por la escena de amor que acababa de presenciar.
“Malditos, y encima maricones”, pensó Octopus, mientras veía como Batman y Robin se dejaban de arrumacos al tiempo que corrían hacia él.
sebástian tull, 2018
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