LA ORIFLAMA DEL HUMO...
Porque corren las espinas entre las mañanas,
se quiebran los espejos y los colores.
Porque ni en la sombra cabe un pincel inepto.
¡No, ni el color podría escapar!.
Por ser tantas las ventanas.
En la obsesión de garras incurables,
donde los pájaros al trino esperan.
Más tristes que la muerte engañosa,
más heridas que la última mácula.
¡El faro rojo no la nombra!. Dicen.
El tiempo en las cabañas de piel fría,
vuelven provechoso al vituperio,
y el viento ni ha cedido, ni cederá.
Preso el cabello de humedad llora.
¡Ya el recuerdo verde alumbra!. Débil.
Con la pluma de cada canto y llanto,
con el residuo de la vida escasa.
Ya fábulas el mirlo cuenta,
de su aflicción dulcemente,
donde la espiga come nieve.
La perla mercader no busca ingrato,
por las espuelas del tigre blanco.
¡Sólo camina en la concha!. Triste.
Porque las hojas solo desean los ojos,
y el humo regresa cortando el bosque.
Del pecho nace un domingo cayendo,
bien coronado y calzado de viernes.
Entre las gotas del follaje y resina.
Y a la lluvia le fue creciendo polvo.
¡Con las estrellas y pies dormidos!.
Aquellas horas del laberinto ciego,
llegaron con el olor de sombras.
¡De la ternura solo el oro queriendo!.
¡Porque la verdad se apaga con palabras!.
Y se traga los caminos y los puentes.
¡Todas las flores del alfabeto han muerto!.
¡Y las puertas sin remedio escuchan!.
Al manantial tembloroso un elefante,
una sardina y un gallo sin camino,
¡Una sola letra pobre se ha esfumado!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez.
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