Ellos se deben hacer cargo de ellas
Por Hector I. Vinsh
Enviado el 03/10/2018, clasificado en Cuentos
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Quien sabe cuándo empezaron a darse los concursos de belleza. Tal vez, en la prehistoria, cuando dos de las más hermosas cavernícolas se golpearon hasta la muerte para coronarse como la más bella ante un macho o cuando dos reyes discutían por cuál de sus hijas era más hermosa y tuvieron que reunir en una mesa a varios expertos en las virtudes físicas de las damas para que decidieran.
Desde entonces los concursos entraron en constante cambio, avanzando tanto que las mujeres eran cada vez más bellas. Para los jueces era muy difícil calificar a estas mujeres que ya alcanzaban casi la perfección física. Simétricas, esbeltas, con ojos claros, narices punteadas y labios carnosos. Se convirtió en un verdadero calvario para los jueces tener que elegir a una reina en tan poco tiempo y con la presión de todo un mundo esperando. Tuvieron que alargar el tiempo de selección, primero a un día, luego a dos, después a tres. Pero eso no le restó dificultad al certamen para los jueces, porque las candidatas, aunque querían ganar a toda costa, sabían que no había ninguna más hermosa que otra.
Entonces los jueces decidieron hacer preguntas más difíciles, preguntas diferentes a todas las que se habían hecho antes. La primera vez que se hizo una de las juezas preguntó: “¿Cómo interpretarías el mito de la caverna de Platón en tu vida?” Después de esa pregunta todas las candidatas empezaron a prepararse cada vez más. Leían los clásicos, filósofos de todas las épocas y corrientes literarias de sus países, también se instruían en política, en derechos de la mujer y ciencias ambientales. La dificultad intelectual de los concursos aumentaba en proporción inversa del cuidado físico de las candidatas. Y aunque seguían teniendo cuerpos magistrales ya no parecían la reencarnación de diosas del olimpo.
Para las mujeres que veían el concurso por televisión también se presentó un gran cambio. Ellas, para poder entender las preguntas y las respuestas, se culturizaron tanto que dejaron de comprar maquillajes, cremas y tacones altos. Invertían cada vez más en su educación y esto, como en las candidatas del reinado, representó una despreocupación por la belleza, la belleza estereotipada que era la que promovían antes los certámenes de belleza. Cada vez menos hombres veían los reinados porque las mujeres solo hablaban y esto no les importaba, pero cuando sus esposas empezaron a hablar tanto como ellos y dejaron de retocarse con cantidad de “ayudas estéticas” se preocuparon, tanto que protestaron contra la fealdad femenina.
La discusión avanzo en todo el mundo. Las naciones unidas se dividieron en dos. Por un lado las mujeres que defendían su derecho de no ser bellas y del otro lado los hombres que exigían que regresaran al régimen de belleza que antes tenían establecido. El debate fue eclipsado por las mujeres al tener argumentos muy convincentes, tanto que muchos hombres se sentaban en la mesa con ellas para argumentar a su favor. Se llegó a la conclusión de que los realmente interesados en el físico femenino eran los hombres y si querían seguir con el régimen de belleza antes establecido eran ellos los que tenían que cuidar de las mujeres.
Hoy en día un nuevo paradigma está en la consciencia global de las personas. En las casas los hombres arreglan a sus mujeres, eligen sus vestuarios y les maquillan. Pero también cuidan de su salud, cocinan comida saludable para que se vean esbeltas. Para los hombres que no tienen mucho tiempo hay servicios que brindan otros hombres en salones estéticos. Los concursos de belleza ya no existen como los conocemos. Ahora son concursos de hombres que presentan sus proyectos de belleza para mujeres, donde eligen al más original y estético.
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