MÁRMOL DÚCTIL
Bebí del nublado, del recuerdo, del olvidado…
Esos años como segundos primos.
Al deber ameno con gente grave
entre pilares más estériles que nunca
años turbios como cataratas lentos
como pesadísimos dados masticados
con el hábito sueño encrespado.
He muerto demasiado al sol silencio
que por fuerza se adelgaza
perdiéndose ciego por la luz sonora.
No será, pues, partida tablas
en tablero no jugado
ni jugo sin fruto el yugo
de la noche menos noche al estrellarse
que nada quiero morir borrándome
y al nacer pedir permiso
sin acostumbrarme.
Al mar frío dejarían los hielos
al fuego hirviendo sin hacer
nada que parezca yerto
tal vez el viento destruya
y construya de amargura dulzura
con sal atrás de la entrada.
Aunque ligeras, las espadas de la lluvia
atormentan los algodones desiertos
con el destino serpenteando recóndito.
Y el ojo mirándose fuerte
Y la piel frotándose suave
Y el pelo riéndose leve
Y la mano dándose alegre.
Arranca encarnizada los flancos
donde torvos lagos hieren…
Y se van las palabras sin voz
Y se quedan los gritos anclados
Y se van los barcos sin mares
Y se quedan los huecos inflados.
Veo una música de color perfumado
dónde jamás vivieron panes sin penas
ni pana el piso conoce
con la muerte a cada paso
del polvo huésped alimentado
hasta que viento y nada
nutran la plácida memoria.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez.
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