La gitanilla

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A la “Zarci” la recuerdo como una niña gitana con todo el descaro del mundo, desde lejos me miraba “arrobá”, sin tapujos y yo no le hacía ni caso. No tenía edad, pero aunque la hubiera tenido, era la pequeña de los “Cortés”, menuda familia para entrar en conflictos. Ahora no es una niña y me mira igual, bueno, lo hace con el poderío que le dan, sus ojos negros, un par de buenas tetas y un culo hermoso y respingón. Sigo sin hacerle caso, pero ella sabe que me tiene a un guiño suyo y lo tiene tan claro que, hasta yo me lo estoy creyendo. Tenemos nuestras miraditas de tanteo, vamos, que voy entrando en su juego casi sin darme cuenta. Parece que todos se aperciben porque más de uno ya me ha advertido, me dicen tan solo es una “Cortés”, pero quienes lo hacen saben que dicen lo justo y necesario para que recule. No seguir es lo prudente y adecuado. Lo sé, estoy en ello, me repito cada vez que me cruzo con su mirada poderosa. Cuando aparta su mirada se lleva aristas mías, son pequeñas heridas, minúsculas pero cada vez son más y están más juntas. Hoy me ha pillado, ha conseguido cerrarme el paso, a solas, como se hacen estas cosas. Se me ha enfrentado y ha sido directa,

- Es que ya no me reconoces, me ha dicho sin subir el tono, entre social y algo arisca por mí actitud de distanciamiento. No soy prudente, ni me las callo y además, cuando hace falta incluso largo más de la cuenta. 

- Tu eres la “Zarci” y tienes mucho poderío encima, más del que yo tengo y necesito. Un zarandeo tuyo y me hacen copla, es una forma de no cargar con la culpa y hacerle pensar que no voy de creído sino de prudente.

De primera, la consigo sorprender, pensaba que me iba a hacer el chulito y presumo que ya tenía preparado su argumento. 

Como es “echá pa lante” y tiene recursos se rehace pronto,

- Vaya, optas por hacerte el de menos cuando todos sabemos que vas de sobrado. 

La miro con gesto sorprendido ante sus palabras,

-  De sobrado… En la balanza me pesan más las cosas malas, niña. Es un decirle, las cosas como son y añado niña, porque sé que le gustará que la sienta próxima.

-  ¿A dónde vas?, me pregunta y ahora soy yo el que no lo esperaba,

-  Por ahí, sin rumbo, respondo sincero, sin pensar siquiera. 

-  Te acompaño, tenemos que conocernos un poco. Y añade de seguido

-  ¿Si no te importa, claro?.

Me lo dice con tanta seguridad que me faltan arrestos.

- Bueno, pero ando algo perdido, le suelto resignado.

- ¿Y quién no?, añade resoluta.

Es un comienzo que no parece dar para mucho más, pero no conozco bien a la “Zarci”. Comienza hablándome de cuando era niña y me veía como un sueño, a continuación me cuenta sus fantasías de mujer y me reconoce - A todas las gitanas nos gusta el escenario, para a continuación aclararme que le falta el duende de artista. Habla y lo dice todo bien, es una mezcla de niña y mujer, de pita ardiendo y aceite de untar. Me tiene callado porque no sé que decir, está inspirada y no me cabe añadir nada que le supere en sentido común y fuerza de vida.

De pronto se calla, me mira, se sonríe, me coge del brazo y me dice tan sólo - Te toca a ti.

Comienzo titubeante, pero me mira de una forma que me descubro abriéndole mi parte buena, en su mirada aparece tanta picardía que mi parte mala también se suelta y entro en confidencias íntimas, me sabe golfo y empieza a disfrutar. Luego a ella se le suelta también lo que llevaba oculto, le tamborilea la malicia y me canta como un ruiseñor enjaulado. Lo que es capaz de decir esta niña con los ojos y las manos. Me hechiza con una vehemencia que me arrastra hacia donde ella diga.

- Me tengo que ir, me dice de repente, rompiendo la burbuja que ha creado a mi alrededor.

- Seguimos mañana, me dice a continuación muy segura de sí misma. 

- ¿Dónde? le pregunto mientras ella ya va de vuelta. Sin pararse me dice

- Igual que hoy.

Se contonea con gracia sabiéndose admirada y no puedo dejar de mirarla hasta que desaparece en la distancia.

- Maldita sea, ésta me lleva a dónde ella quiera, me digo suspirando ya por verla de nuevo.


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