Ásperos aullidos.
Por Luna White
Enviado el 12/10/2018, clasificado en Adultos / eróticos
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Se despertaba sola. No era nuevo, pero sí la sensación. Esa que le recorría a veces junto a la suavidad de las sábanas, otras con la aspereza de la soledad que en ningún momento ni había pretendido, ni la había buscado. Bueno, en algún que otro momento sí. Sentía como sus pezones duros aullaban ásperos, como si supieran que ella, aunque pudiera, no calmaría esa llamada de la naturaleza.
¿Por qué esta identificaba la dureza con llamada? ¿Por qué el significado de ese estado tenía un significado que todos conocían pero pocos sabían cómo explicar? Ya era tarde para los porqués y se sentó en el borde de la cama colocando los pies fríos en el suelo aún más frío, casi gélido. y esa sensación pareció tranquilizar su sed. Miró hacía abajo y sintió como su parcial desnudez volvía a motivar el recorrido incesante de diminutas hormigas por todo su torrente sanguíneo. Pero de repente, todas esas pequeñas hormigas se tornaron en irritación. Una que la levantó de la cama hacia donde colgaba su fina bata. Y con ella cubriendo su cuerpo preparó un café. Mientras sonaba esa unión de agua y café molido sintió unas manos grandes y masculinas arrullando su cintura, sus caderas. Pero allí no había nadie, solo su mente jugándole una mala pasada.
Cogió todo el aire que pudo, estrechó con fuera el borde de la mesa sobre la que reposaba la cafetera y pudo ver cómo el relieve de su pezón la llamaba a gritos de nuevo.
Sí, se reía de ella como todos lo habían hecho en otro tiempo.
Risas vacías y huecas que ella decidiría cómo y cuándo saciar.
—Mierda —murmuró—. ¡Joder! —aulló.
Llenó una taza grande con ese líquido tan oscuro, sin dejar de pensar que si en su vida no había ningún tipo de leche blanca, tampoco lo habría en su café. Lo quería amargo, como la soledad impuesta que solo buscaba en ocasiones. Oía las sonrisas escondidas, veía las miradas de reprobación..., pero se sentía fuerte y su pecho más sereno parecía entenderla.
Bebió, sintió su amargura deslizándose por su garganta y como sus manos, en ese momento sí buscarían ese placer que otros le negaban.
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