Reposaba en medio de la habitación. Aunque antaño se mostraba de un rojo intenso ahora aparecía algo apagado, a la espera de servir de nuevo.
Pronto se acercó alguien. Era un hombre de edad media que miró al cubo dubitativo. Sin saber qué hacer se detuvo ante él. La perfumada fragancia que emanaba de su interior le trasladó a su infancia. Cerró los ojos, y por unos instantes se dejó llevar...
Vió de nuevo a su padre, un hombre de los de antes, rudo, de poco decir y con un carácter tan áspero como su voz. Recordó sus advertencias, palabras grabados a fuego que siempre volvían, “hijo, aléjate de ese cubo, quien lo toca se vuelve maricón, y en mi familia los hombres son hombres.”
Abstraído en sus pensamientos las palabras de su padre reverberaban en su cabeza como la única verdad, hasta que una voz más poderosa se alzó amenazante sobre su conciencia.
“Pero por favor que es una simple fregona -le espetó su mujer- , solo tienes que escurrirla en ese maldito cubo y pasarla por el suelo. Para una cosa que te pido..., me gustaría saber que te enseñaron de pequeño”
sebástian tull, 2018
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