Enternecidos...
Los ríos corren, las montañas suben.
Caminos, relámpagos verdes, suaves alas.
Parecían callarse vestidas de penumbra...
Siéntelo... Nadie estuvo allá.
Solo el silencio solitario sabe
del musical descanso frágil
sinalefa sístole y crasis
de alusión tierna y átona
de armonía imitativa.
Y la luz que madura
en atroz quemadura
el alcornoque madura
en la nube que quema dura.
Autos, féretros, esperanzas,
espadas, palomas, cuevas,
cunas, fuentes y fantasmas.
Porqué...
nadie siembra cerdos en las perlas
nadie recuerda desnudar al viento
nadie abriga decorando balas
nadie llora al eco del espejo...
Al pasar...
el tiempo asesinando relojes
el tiempo perdiendo acongojado
el tiempo desdeñando presentes
el tiempo devorando ingenuos.
En la esquina de un suspiro.
En la espina de un zafiro.
En la espuma de un papiro.
En la espuela de una pira.
Al verter el otoño antes de las hojas
los libros las pestañas los meses
las mesas entre cunas y retoños
los futuros sepultados en el año
al verter las nieves y después al invierno.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez.
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