EXPUESTA AL MIEDO

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Nunca Erica pudo llegar a imaginar que aquella noche la pasaría muriéndose de miedo por culpa de aquella tormenta, que tuvieron que soportar en medio del bosque.

Había un sol allí en lo alto maravilloso.
Las prendas de ropa comenzaban a sobrar, pese al pronóstico del tiempo, María y su prometido salieron sin pensarlo a caminar por el bosque.
Aquella comarca tenía fama de ser magnífica para el paseo campestre.
Todo resultaba tan romántico que Sebas no sabía como actuar cada vez que María lo abrazaba y besaba pidiéndole al pronunciarse de aquel modo, que fuese allí mismo donde le hiciese el amor.
¡Amor no debemos! Nos pueden ver.
¡Qué! ¡Narices! Aquí y punto.
Pero no, por mucho que ella insistía, su negatividad no cesaba.
Antes tenía que decirle lo que había tardado tanto tiempo en desvelar.
Era gay, no había estado con ningún otro hombre, pero lo sabía y había abierto los los ojos, desde que convivía con María.
Después de su confesión, que coincidió con el primer trueno de la temida tormenta, María quedó paralizada, sufriendo un inevitable cuadro de ansiedad que deslucia cualquier aspecto romántico del momento y lugar.
Ya que las primeras gotas de lluvia les sorprendió dejándolos empapados.
En cualquier otro instante, aquello hubiese sido motivo para guarecerse del aguacero y haber pasado la tarde o incluso la noche hablando, por decir algo.
María se asustó, no podía pensar, cómo lo diría, cómo lo tomaría su familia. Asustada era la palabra más suave, su pánico iba en aumento escuchando los argumentos de Sebas, para que entendiese.
Mientras tanto aguantaban el chaparrón que estaba cayendo, sus pasos se detenían solo cuando un nuevo rayo caía cerca de allí y por consecuencia el sonido ensordecedor del truno los petrificaba.
Por suerte una caseta para el descanso de los pastores se encontraba delante de ellos.
Aquella estructura rural brutalmente deteriorada asustaba más que la tormenta.
-Entremos tenemos que conocernos. Decía María, con insistencia.
No había duda de que ella tenía también algo que contar.
Una cortina de agua ocultaba como en realidad era la terrorífica fachada de la casa. De la cuál salían unos gritos que los dejó helados, más aún de lo que estaban.
Dudaron en entrar o irse, abandonar por miedo a lo que podían encontrar dentro de aquel mausoleo.
Pero necesitaban más un techo que tener miedo, y pasaron a su interior.
Las telarañas se pegaban en su pelo, el agua de aquellas goteras no habían podido con ellas y sin pensarlo ni un minuto dieron un salto sorteando la tabla rota que crujia bajo sus pies.
-Nosotros hicimos lo mismo.
-Hola somos Erica y Edu.
¿Qué tál?
¿Sois de aquí?
Demasiadas preguntas para una pareja que soportaba aquella angustia desde hacía unas horas.
Hombre y mujer expuestos al miedo de sus propias declaraciones. Él ya se había pronunciado, ahora quedaba ella, que más callada le había propuesto entrar allí, para en soledad descifrar un mensaje que también tenía oculto.
Ahora después de encontrar a aquellos dos jóvenes, con los que ya eran multitud, poca intimidad tendrían para terminar de esclarecer su relación.
Se sentaron alrededor de una hoguera improvisada, la tormenta no cesaba y la cortina de aquella ventana sin cristales, que hecha jirones volaba al interior. Produciendo en ellos el silbido asustadizo del viento un efecto de terror.
Aquellos chicos cansados se retiraron a refugiarse en la pared. Allí quedarían dormidos, mientras ellas siguieron sentadas al calor del fuego...
Su conversación se centraba en el miedo que María y Sebas habían pasado hasta encontrar la casa.
Erica igualmente basaba su miedo en aquella tormenta, aunque entonces María fue un poco más allá, desnudando su miedo y contando aquello tan privado que su novio le había confesado sobre su condición sexual.
Erica miró a los chicos, vio que dormían y se acercó dando saltitos con sus nalgas en el suelo, posicionandose muy cerca de María.
-No te preocupes, si habías pensado tener una noche feliz a causa del miedo, yo también lo tengo. Le decía, mientras apartaba su pelo aún mojado de un modo muy sensual.
-No tengas miedo, le dijo mientras la besaba.
María antes miró a su novio y luego aceptó aquel beso.
-Tranquila, mi hermano también duerme, dijo Erica, que se moría de miedo, al ser la primera vez que exteriorizaba sus sentimientos lesbicos.

Las dos mujeres dejarían sus cuerpos descansar en el suelo, para las dos sería su primera vez, pero sin duda no sería la última.
María antes le había pedido a Sebas que tenían que conocerse y hablar. Cuando él le confesó su secreto, ella fue incapaz de confesar el suyo.
Aquel que ahora asustada hacía latente con otra mujer, la que también tenía miedo.
Pero no había duda de que las dos entendían que estaban expuestas al miedo por culpa de parte de la sociedad.

©Adelina GN


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