Un instante malinterpretado me persigue y me define dentro de mi excentricidad. Puedo verme fungiendo de director, pero qué pronto se me olvida que, más temprano que tarde, terminaré abandonando la orquesta. Un cúmulo de ideas fantasiosas me somete a la condición de soñador. Pero ya estoy aquí, en pleno apogeo de conquista y sin embargo, todo me parece insuficiente; nada es tan grande como lo es en mi mente. Ya soy, pues, una indecisión. ¿Cómo procederé? ¿Qué consecuencias me traerá? De lo que estoy seguro es que, sea cual sea el voto, perderé en la elección. Me perderé frenéticamente en los quizás y hubieras. Mi certeza es equívoca y mis deseos, discontinuos; mi paz una utopía y el futuro todo un juego. Vuelve su majestad ansiedad, quedándose con el trono; proclamándose vencedora en una lucha infinita en la que representa al Jefe Final.
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