DESMANTELAMIENTO...
En el espacio, espeso, paso, sin razón,
con el pequeño verano en cada esquina,
y las puertas cerradas de la infancia,
al fulgor del vino ferroviario,
en el eje de las copas del camino.
Ya va el comino en los copos del otoño,
dónde el tren salió sin calcetines.
¡Mira allá!... Los acordeones desayunan,
y las sillas ríen con los rieles, rayos,
y sacuden a los vasos, a veces menos.
¡Entre las muertes menos ligeras!.
¡Entre los montes menos lisos!.
No llores… La madera es pura espuma,
y los hilos del pasado pesan paños.
El trueno de los bosques ha caído,
y verde la furia ha dejado de ser roja.
Con la fragancia espinosa sin espuelas,
donde espejuelos se incorporan encrespados.
Por eso… El agua teje a los faroles, ojos,
y corren las pestañas bajo las nubes.
¿Quién lo niega?... ¡Sólo la selva, a salvo!.
Como verás. Aquí es donde la rueda se detiene,
se desploma, y encarcela lunas verdes, gris,
en las ventanas menos lentas,
al desnudar la madrugada dulcemente,
desayunando las mismas brumas.
Con las piedras heridas en la cama.
Donde corre la primera soledad ociosa.
Si la fiebre no lo cree. ¡No importa!.
El ataúd, sostiene los pies seguros,
en el sol, con su tímida frescura,
y va vistiendo al invierno con harina,
donde la sangre reparte la pobreza.
Va en aquélla consciencia apagada,
y tempestuosa… ¡Hecha polvo sola!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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