INSENSATEZ CLANDESTINA
Vengo, del volver a hacer presente,
el pasado de los encantos idos,
del dolor causado hondas heridas,
con el pincel humano, extraño y peregrino.
¡Inimitable del ayer desencajado!.
Cambié de camisa sin armadura,
sin haber aprendido a ser distinto,
ni al avellano perfumar con sol,
la ternura dura en higuera de agua.
¡Y confieso al cerezo con el silencio!.
Mi mal muriendo muere de miedo,
que se harta de ilusiones con nubes.
¡Vaya el ideal a pintarlo!. Sí, sí.
Al camino digno, duro y bravo.
En el reino de los agravios. ¡Nada siento!.
Sollozante la música en un instante.
¡No es la desdicha de la selva!.
La llegada verbal de golondrinas veo,
creciendo en el viento sus raíces,
al impreciso nacer de las espinas.
Las gotas del espejo en la resina,
ultrajan la paz recogida de las tumbas,
sin el tuétano púrpura del aire.
¡Nada serena la flor seca ríe!.
Sólo las puertas del alacrán rapaz.
Más la demora del universal tirano,
detuvo a la manzana por las costillas.
¡La culpa es de la marchita cara!.
Sin querer del frío huir calientes,
entre los ruegos de las piedras.
¡Discúlpenme la consciencia me llama!.
Averiada cuando pasa y rechina,
y con el albedrío destila lidia.
La encontré sonriendo. ¡Te tengo!.
Es el momento de la seda y el furor.
El bronce bárbaro devora fosas,
y los pañuelos heridos por los huesos.
¿Es tan invencible el hueco duro?.
¿Es la cabeza del alpiste flor?.
¡No lo sé!... ¡Vaya el azafrán al melón!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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