Historia de un engaño

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Hace un día frío de invierno gélido con noche cerrada y nevada, si pienso francamente todos o casi todos los acontecimientos claves de mi vida han pasado en noches frías de invierno.     Me presentaré, mi nombre es Maria Alejandra Guzmán Bolnuevo y esta es la historia de mi vida, una vida algunas veces y otras veces más agradables. Mi vida es el ejemplo de como se pierde la inocencia con los golpes del día a día hasta que llega un momento que si no tienes a alguien detrás no puedes superarlo y pides al Altísimo paz.    Mi padre Alfredo Guzmán Pérez teniente de la guardia civil hijo y nieto del cuerpo tenía dos metas en la vida, ascender y ser persona relevante y dos tener un hijo varón que siguiera la tradición. Pero no se tiene todo en la vida, o no cuando se quiere, por que al año de casarse llegué yo, aunque no fue una decepción sí lo fue el hecho de que tardara dieciséis años y cinco abortos hasta la llegada de la criatura. Abortos que mi madre llevaba con verdadera resignación, se quedó con tratamiento y reposo mucho reposo. Yo había terminado auxiliar de enfermería y deseaba tanto llegar a la universidad..., pero mi padre decidió que era más importante quedarme en casa y mi madre no perdiera el bebé. Nació de siete meses, pequeñito, delicado y había que sacarlo a adelante, hacerlo un hombre. No lo sacó de casa hasta que tuvo siete u ocho meses para que no cogiera ningún resfriado, sarampión o enfermedad alguna, miento una vez el día de su bautizo. Pude ponerme a trabajar en un centro médico, hacia de todo relacionado con mis estudios igual ayudaba al ginecólogo en las revisiones que atendía curas del pediatra que atendía en recepción. Los sábados por la tarde salíamos las amigas a la plaza del cuartel y allí conocí al que iba a ser el padre de mis dos primeros hijos, Antonio muchacho alto, delgado, moreno con ojos negros como la noche y porte de torero, tenía veinte y cinco años y era mecánico en el taller de su tío. Mis amigas me decían que no me hiciera ilusiones con él, yo ya estaba destinada a Javier Beltrán, hijo del capitán del cuartelero cuando el amor apunta  y dispara con dieciocho primaveras no hay muros que no se pueden saltar. Nadie se enteró de nuestro noviazgo de nueve meses y un sábado a las cinco de la tarde se jugó la vida en el ruedo, subió los escalones llamó a la puerta y pidió pasar.                                                                 -Buenas tardes-dijo apenas perceptible.                                                                         Mi padre lo miró de arriba a abajo -¿que te se ha perdido a ti en mi casa?                       Y Antonio se echó al ruedo-Vengo a pedirle la mano de su hija para casarme con ella.      El lo miró el tiempo justo de clavarle la puya.-¿has tocado a mi hija?                             -No señor

-Bien por que mi hija ya tiene novio, y no es un muerto de hambre, así que humo a la calle. Y tú a tu habitación -me dijo señalando el cuarto.                                                    Miró a mi madre y dijo un buenas tardes que solo él oyó y salió de casa. Ya no se dijo nada más esa noche en mi casa. El lunes me estaba esperando en el trabajo y después de hablarlo mucho durante la semana decidimos fugarnos, él alquilaría una casa y nos casaríamos en secreto. Se lo dije a mi madre el día de mi ida y ella me miró con comprensión, fue a su cuarto y sacó una cajita.-Toma este camafeo era de abuela lo llevó en su boda y mi madre...y yo. Que tengáis mucha suerte y que seas muy feliz.          -Gracias, la abracé y salí con rumbo al trabajo.                                                              No quería ser la mujer de un guardia civil esperando cada día que no volviera envuelto en la bandera.

Al salir del trabajo allí estaba ,esperándome con su Ford Orión, llegamos a una casa de planta baja, pasemos ,tenía un ambiente antiguo, con pocos muebles, tres dormitorios un comedor un baño ,cocina y un patio con puerta a la calle. Era mi hogar...en dos semanas compremos lo poco que teníamos, sabanas, utensilios de cocina y poco más.                   Nos sentamos en el sofá cuál de los dos más nerviosos, nos besamos y le pregunté si quería cenar a lo que asintió, me levanté e hice la cena, dos bocadillos de tortilla, cenemos y nos dieron las once viendo tele, ninguno quería dar el primer paso, pero los dos lo estábamos deseando. Acercó su mano a la mía la cogió y se la llevó a la habitación mi cuerpo iba detrás flotando.                                                                  Me entregué con pudor despacio, con dulzura, aquella noche bajó la luna para mí y yo se lo agradecí. Pospusimos la boda hasta un momento más oportuno. Así empecé mi maravillosa vida de "casada”. Continuará...........


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