Mi crepúsculo y su amanecer-1
Por Jesús Sieiro
Enviado el 21/11/2018, clasificado en Adultos / eróticos
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La observo desde hace ya varios días porque la muchacha es tremendamente atractiva, a pesar de no ser mi tipo de mujer (las prefiero algo más rellenas). Viene jugando o más bien flirteando (desde hace ya tres días) con unos chicos ingleses instalados en el camping oficial situado próximo a la playa. Los tiene interesados y juega con los tres, pero al que presta mayor atención es al más joven y simpático. No me pierdo ninguno de sus juegos y picardías, me encantan sus gestos y la malicia que desprenden los movimientos de su cuerpo joven.
Ha jugado todo este tiempo manteniendo de forma sutil a los tres en vilo. Al final se sale con la suya, acaba interesando y mucho al que ella buscaba, que no es otro que el más alto y guapo (que al principio se mostraba como más distante con ella).
Cuando la joven ha entendido que el muchacho está ya en su punto exacto de cocción le ha tomado la temperatura de forma directa y ambos ya juegan en la orilla del mar, dejándose acariciar por las olas rompientes y espumosas.
Más tarde corretean juntos, están apartados los dos solos en la arena, en la distancia veo como el acercamiento se hace definición y los juegos se vuelven más directos y decididos. Los otros dos jóvenes parecen acomodados a la nueva situación y hasta intuyo que lo veían venir a pesar de la escenificación teatral llevada a cabo por la chica durante los días anteriores.
Cuando los veo por la tarde-noche los dos vienen abrazados y se hacen carantoñas de estar en confianza, no me cabe duda de lo bien que han debido pasarlo antes.
Los tres jóvenes extranjeros ya se han marchado y la chica está sola tomando el sol mientras lee una revista de actualidad. Tan pronto unos chicos se acomodan próximos a ella, veo cómo se transforma y vuelven de nuevo esos movimientos suyos que ya conozco y que me resultan tremendamente interesantes. La operación de caza vuelve a empezar, ella no toma ninguna iniciativa, diría que al contrario se muestra algo distante y como perdida en sus reflexiones, pero no deja de moverse de un lado a otro con un encanto que ya sé que es estudiado. No tarda en acercársele el más simpático y abierto, que al igual que días antes no es el más atractivo. Percibo como ella vuelve a emplear de nuevo su táctica. Quedan, según los oigo, para el otro día y se despiden cuando ya están rotas las primeras barreras.
Al día siguiente tan pronto llegan los chicos abre sus fuentes de recursos y un abanico de gestos se abre a la audiencia, en la que ya sé que me tiene a mí incluido. Me percato de sus miradas casi de pasadas, de hecho no la veo tan controladora con los chicos como le es habitual, deduzco que mi presencia le resta desenvoltura, no sé si alegrarme o no por ello, porque quiero estar dentro de sus objetivos pero también me apasiona su habilidad de cazadora hacia los demás.
Intento distanciarme para facilitar su movilidad táctica y cuando vengo a darme cuenta en varios días ya ha vuelto a levantar la presa codiciada, es el más apuesto de ellos, lo luce durante días en diversos puntos del pueblo y a él se le ve embelesado. Ella está morena renegrida pero guapa como ninguna otra.
Durante esos días los veo pasear juntos, se besan mientras andan por la orilla permitiendo que el agua les alcance en cada subida rítmica del oleaje suave y en calma.
Una tarde me sorprende encontrarla sentada en la terraza de un bar, a su lado un mocetón con aspecto de alemán lee el periódico, ella mientras, observa a su alrededor tras unas gafas de sol enormes que cubren parte de su preciosa cara. El camarero les sirve una y otra vez bebidas y pequeños platitos con fruslerías que ella va vaciando con aspecto lánguido y poco interesado. Cuando vuelvo a pasar a cierta distancia me hace un breve gesto con la mano a modo de saludo, le contesto levantando la gorra blanca con la que me protejo del sol. Me ha reconocido, pienso que es un buen síntoma, aunque debe considerarme como un asiduo de su zona de influencia.
Al día siguiente la veo por la noche en una pizzería con un chico fornido del lugar, ella come despreocupada, mientras tanto él está hinchado como un pavo real y presta su atención a todo lo que ocurre a su alrededor, se ve que no se ha visto en otra igual, la chica está realmente preciosa, luce una falda vaporosa y un polo sin mangas.
Desde hace dos días no aparece por la playa y esto me preocupa, temo que haya marchado y siendo la única que mantiene mi interés por este lugar, esto sería dramático.
Cuando al tercer día la veo aparecer a lo lejos y además sola se me acelera el pulso y se me abre inconsciente una sonrisa de felicidad. Trae un sombrerito o panameño con lazo rojo y luce un tanga que le cubre una zona mínima. Arrastra por la arena la cesta de mimbre en la que lleva la toalla, las cremas y alguna que otra cosilla. Viene con un abandono que presumo estudiado.
Se marcha pronto y mi mirada la acompaña hasta que desaparece al fondo con los desniveles de arena, una calma total me inunda durante los minutos que restan hasta que los primeros bañistas inoportunos siembran de imágenes el paraíso que ella ha creado a mí alrededor.
A la misma hora vuelvo al lugar de ayer con la esperanza perdida y loca de verla aparecer de nuevo. Los minutos se eternizan y la arena forma dunas infinitas a mi alrededor a las que quiero poner a mi favor en la conjura de su venida. Ardo en mis propias ansias y dejo mi mente centrada únicamente en el recuerdo de su cuerpo apasionado y libre.
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