Se cuenta que en una ciudad de nuestra extensa piel de toro, un grupo de personas se divertían con el “ tonto del pueblo “, como así se les llamaban antiguamente a aquellos pobres infelices que, aquejados de algún mal mental, vivían haciendo pequeñas cosas y recados a los demás, recibiendo a cambio, algunas monedas por su quehacer.-
Algunos “ avispados “ de la ciudad, cuando tenían ganas de juergas y jaranas, llamaban al “pobre tonto “, al bar donde se reunían, para pasar a su costa, un buen rato y reírse del pobre infeliz.- Le ofrecían escoger entre dos monedas: una grande de 50 céntimos y otra más pequeña de tamaño, pero de un euro.-
El susodicho, siempre se quedaba con la más grande y de menos valor, lo que era motivo de risas y chanzas entre los presentes.-
Un buen día, un forastero que había observado el espectáculo y vio como se reían del pobre inocente, le llamó aparte y le preguntó si no había observado que la moneda de mayor tamaño, era la de menor valor, a lo que inocente le respondió: -Lo sé, señor, no crea usted también´, que soy tan tonto-… Sé que su valor es la mitad, que la de la moneda pequeña, pero también sé, que el día que escoja la otra, se acaba el jueguito y por tanto dejaré de ganar monedas.-
Esta historia me hace recapacitar y pensar:
Quien parece tonto, no siempre lo es ¿Quiénes son realmente los tontos de esta historia? Que puedes estar dichoso cuando la gente habla bien de ti.Pero, … ¿no sería más importante lo que yo pienso de mí mismo, que lo que los demás puedan pensar de mí?
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