(Yo mismo…)
«Que se gire, que se gire, venga gírate. Uf, mejor no, que no se gire. Que nervios…
¿y si me mira? Joder. ¿sonrio o me pongo serio? ¿Qué hago? Que mona está tomándose el café. Parece buena persona. Seguro que me gusta como es. Encima morena y pelo largo ondulado, como más me gusta.
Que fluya… Vamos gírate… a ver qué pasa… Gírate y mírame… Que emoción… ¿y si es la mujer de mi vida? ¿qué hago? ¿me acerco y la miro de frente? Me siento con ella y ya está. Quizás se ría o quizás me tome por loco. Lo mejor será no hacer nada, como siempre. ¿o me acerco y le pregunto cuál es su nombre?
¿y si está pensando lo mismo que yo?, seria genial. Aunque tendría que pensarlo de mi y no de otro. Estoy equivocado, si se hubiera fijado en mí ya estaría mirándome.
Lo mejor será seguir conociendo mujeres por la aplicación, así me evito estos problemas. Aunque dudo encontrar lo que busco. Me voy a casa»
(yo misma…)
«Madre mía… ¿Por qué soy tan tímida a veces? Con lo fácil que sería preguntarle si me puedo sentar con el a desayunar. Sin más, no pasa nada. Si ya se ha fijado en mí. Venga, acércate, no seas tonto. Si me gustan altos e informales como tú. Si me acerco yo pensaras que lo hago a menudo y a saber qué opinas de mí. Paso de eso.
Jo, vaya tela, con las ganas que tengo de hacer algo diferente y probar. Lo mismo hasta nos llevamos bien, no como con los tíos de las aplicaciones. Que desastre. No viene. Ni le miraré. Acabo el café y me voy…»
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