EL ESCRITOR DE CONSUMO

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Hace muchos años que Javier Vázquez había sido un hábil narrador de historias. Ya cuando era un adolescente en el Instituto donde estudiaba, durante el recreo solía deleitar a sus compañeros con sus cuentos más o menos fantásticos o del Fart West a tenor de la influencia que recibía de las películas de Hollywood que se proyectaban en los cines de barrio, de las trepidantes aventuras de los héroes, de los libros que leía de Julio Verne, y de los truculentos relatos de Edgar Allan Poe.

Claro que cuando se convirtió en una persona adulta se decantó por las novelas de la Serie Negra, las policiacas que se pusieron de moda tras la Segunda Guerra Mundial que comportaban una mayor complejidad en sus tramas, y sobre todo una latente crítica social.

Como era de esperar aquellas lecturas le llevó a un rico mundo literario de más hondura y profundidad. Javier admiraba a Fedor Dostoievki con su trasfondo existencialista que se anticipó a las teorías filosóficas de Sartre, al vitalista norteamericano Jonh Steinbek, y como no a los españoles de la generación del 98 con Pío Baroja a la cabeza. Tanto fue así que él llegó a aspirar una novela tan inspirada como las de los maestros de la Literatura.

Pero en aquellos difíciles tiempos su familia pasaba serias estrecheces económicas ya que su padre había sido un republicano, y posteriormente había sido encarcelado algunos años debido a sus ideas políticas, por el régimen franquista. De modo que tenía dificultades para encontrar un trabajo bien renumerado, y cuando la empresa a la que visitaba conocía los antecedentes políticos y penales de aquel hombre se lo quitaban de encima para no tener problemas con las autoridades. Pues la intolerancia o la permisividad de un sistema político siempre influye para bien o para mal en el inconsciente colectivo de la sociedad. En consecuencia el padre de Javier sólo consiguió un modesto empleo en una fábrica de tejidos ganando un módico sueldo, y el hijo no tuvo más remedio que dejar los estudios y ponerse a trabajar para ayudar a la maltrecha economía familiar.

javier entró a trabajar de secretario en una empresa productos lácteos mas él en su interior seguía empeñado en ser escritor. Así que cuando regresaba a su casa después de la jornada laboral, se encerraba en su habitación y con una vieja máquina de escribir creó una novela cosrumbrista, muy realista, inspirada en su familia sin ninguna concesión.

Cuando al cabo de un año y medio tuvo la obra terminada vino lo más ingrato que era llevarla a cualquier editorial para que fuera publicada, pero dichos editoriales nunca le hacían caso; ni tan sólo se la leían; así como tampoco los agentes literarios estaban dispuestos a echarle una mano. Y si Javier quería publicar su novela, tenía que subvencionarla de su bolsillo.

- En este país, escribir es llorar - le había dicho su madre en una ocasión.

Pero cuando más desanimado estaba fue a parar casualmente a una singular editorial a pressntar su novela, y el Jefe de Personal de aquel lugar le dijo algo que le cambió su vida.

- Verás chico. Como puedes ver aquí hacemos publicaciones de evasión. Semanarios de cómics, novelas de aventuras y románticas. Piensa que en este país la gente lee poco. Y además nuestra sociedad lo ha pasado muy mal con una postguerra tan larga, y no quiere calentarse demasiado la cabeza con sesudas historias. Busca fundamentalmente distraerse, y olvidarse aunque sea por un momento de sus problemas cotidianos. Si quieres ganarte la vida con nosotros con tu escritura, tendrás que hacer unas novelitas por semana del Oeste, policiacas, y de terror. También puedes hacer novelitas de amor destinadas a las amas de casa; aunque para este género tenemos a autoras ya consagradas como son Corín Tellado, y María Teresa Sesé. Por lo que respecta a las novelas para hombres contamos con autores como Keit Luger, Silver kane, y Marcial Lafuente Estefanía. Pero si entras en nómina es conveniente que tengas un seudónimo más comercial. Puedes llamarte Jess Mc Keen. Pues nosotros emulamos a los norteamericanos para este tipo de literatura. Ahora bien. Aquí, en esta Casa muchos de estos autores que se esconden tras un seudónimo han sido personas que han tenido problemas políticos, y hacen lo que pueden para sobrevivir. De manera que  si tú tienes algún problema de ese tipo, aquí encontrarás una libertad de pensamiento total.

Javier vio una vía abierta para realizar sus sueños, por lo que aceptó aquel trabajo sin dudarlo ni un segundo.

El novelista escribía a destajo, y apenas tenía tiempo libre; alternaba su rutinario quehacer en la empresa de productos lácteos con sus novelas de consumo fueran de vaqueros o de otro género; y esas primeras eran las preferidas por el público masculino. Y como a veces le fallaba la imaginación; se sentía seco de ideas, se apoyaba en los guiones de las películas que veía, o en las enrevesadas tramas de las novelas de intriga de Raymond Chandler, y Dassin Hammed; o en cuanto al terror en el mismo Poe.

En medio de aquel frenesí laboral, Javier aún tuvo tiempo de cortejar a una joven muy atractiva llamada Rosa que era la hermana de un antiguo amigo del Instituto y casarse con ella, la cual le dio dos hijos varones. Y cuando podía Rosa le hacía de correctora de sus novelas. Si la mujer se emocionaba con la lectura de las mismas, es que la cosa iba bien. Pues para Javier ella era la síntesis del público al que iba destinado sus historias.

Así fueron pasando unos años para aquella familia, hasta que que llegó la televisión la cual eclipsó aquel tipo de publicaciones, ya que como se sabe en la vida todo son etapas que se las lleva el inconmensurable río del tiempo. Sin embargo Javier Vázquez siguió escribiendo con su verdadero nombre novelas policiacas mucho mejor construídas que las que había hecho de consumo porque la escritura, el amor al lenguaje es una pasión que nos domina a muchos y nunca desaparece, por lo que llegó a ganar un premio en el Certámen de Novela Negra.

Como se ve, a veces la cultura literaria empieza de un modo simple, y posteriormente se desarrolla adquiriendo más complejidad, y profundidad como cualquier humano.


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