Hoy día sentada en el mesón de admisión pienso en lo ingrato de este trabajo. A diario veo como tramitan a la gente pobre, como no le dan importancia a su salud, como esperan horas y horas por ser atendidos por ese profesional por el cual hace seis meses se levantaron temprano para lograr obtener esa hora. Desde aquí veo a los ancianos que solos, con paso lento y cuidadoso llegaron con muchísimo tiempo de anticipación, que hasta incluso se pusieron su mejor corbata, su perfume solo para ese control y al llegar aquí, de la mejor forma que puedo les explico que su médico no vendrá. Les vuelvo a agendar para 3 meses más y ellos con una sonrisa forzada en la cara me agradecen y se van. Y así los tramitan y tramitan hasta que un día simplemente no vendrán a buscar su hora porque ya no la necesitarán, porque ya es tarde. Y a nadie les importo nunca su salud ni su bienestar, solo porque son pobres. (Realidad de la salud pública chilena)
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