Amalgamándose
((Cuento))
Las últimas preguntas fueron demasiado agradables.
El día se levantó para marcharse estupendamente.
Durante algún tiempo en el periódico local no pasó
nada. La tarde tenía la mala costumbre de dormir
con la noche; la nieve seguía fría, el sol en el cielo,
y el gorila con la cara de malas pulgas. El hambre
acompañó a una cuchara hasta la mesa. Luego
limpió un vaso, y lo vió cruzar la sala, pequeña,
polvosa, sentada en un banco. Entonces sacó del
pantalón una camisa nueva y escribió con ella una
reflexión:
(( Vestirse con esperanza permite bañarse sin agua ))
En el bosque empieza a obscurecer, y las sombras
ya no duermen juntas; murmuran a los faroles y
confunden las luciérnagas con minúsculas estrellas.
__ ¡Hoy el cielo no es el mismo de ayer!.
Lo he visto al releer tanto poema llorando, novelas
de amores frustrados, pasiones vulgares vestidas de
seda y libros nunca escritos.
__ No vengas ahora con melancolías baratas...
He sufrido lo suficiente como para llenar una biblioteca
y dejar en el balcón unas cuantas sonrisas esperando
turno para matar más esperanzas ingenuas.
La llegada de algunas máscaras con aspecto de personas
eliminaron nuevamente la única nubecilla de realidad
a los pies de la cama... Mientras tanto fue necesaria una
cierta dosis de complicidad con el desamparo.
Al entrar en el reino de la tristeza, no olvidó sus viejas
lágrimas ; tuvo un dulce sueño, pero fue incapaz de
narrarlo, ya que el verdadero sentido de lo que había
experimentado quedó circunscrito a ese episodio de
la noche... El no reconocerse frente al espejo lo
inquietaba ; sus amigos llevaban el féretro y su cuerpo
en los hombros, pero él no estaba ahí...
___ ¿Cómo explicarlo a quién ignora su historia?.
El destello de una vela le lanzó una mirada, sin dejar,
como es natural, de percatarse que ya no tenía sombra.
Tampoco pudo decir en voz alta que no estaba de acuerdo
con el sentido común, en un estado tan extraño.
A duras penas pudo contener un grito al darse cuenta
que tampoco tenía boca... No recordaba su nombre.
Se preguntaba si estaría muerto; sentía poco a poco ir
ascendiendo sobre los demás y se dejaba llevar por el
vuelo silencioso en el que nadie parecía reparar.
Entonces hubo una pausa.
__ No sé como explicarlo. ¿Y además, a quién le importa?
¡Apenas hace media hora que no me conozco!.
___ Tal vez un año o un siglo...
No quería confesarse que se engañaba.
¡En el olvido todos somos iguales!___ Se decía.
Tengo que despedirme de mi mismo. ¿Quién puede evitarlo?.
El espejo finalmente tenía la razón, no sobre un hombre en
el sentido estricto de la palabra, sino sobre un ser poco
más que iluminado por su memoria...
El tiempo dejó de ser importante y finalmente pudo
vivir eternamente en el olvido.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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