LOS TÍMIDOS

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Gloria Arrimadas que era una mujer morena de cabello corto; alta y corpulenta, la cual era una abogada que trabajaba en una Gestoría, había quedado por teléfono con un amigo de su prima al que apenas conocía llamado Esteban para salir aquel domingo por la tarde.

Sin embargo Gloria mientras iba a la cita no podía evitar de sentir que sus piernas flaqueaban, que sus manos sudaban, a la vez que en su vientre parecía que revoloteaban mariposas; y todo ello le producía una angustia indescriptible. Ahora se arrepentía de haber aceptado aquella maldita invitación del amigo de su entrometida prima. ¿Qué podría decir ella a aquel hombre? Quizás no le saliesen las palabras y el tal Esteban la tomaría por una tonta; hasta fuera posible que se riese de ella. ¡Mejor hubiese sido no salir de casa! - pensó- Esta misma sensación de fracaso social, de inseguridad ante un desconocido la mortificaba cada vez que tenía hablar a los socios de su empresa. Claro que la timidez de Gloria no existiría si no sufriese una baja autoestima; pues la muchacha sólo pensaba en sus defectos y no reparaba en sus cualidades. Era como ver la bortella medio vacía; y siempre tenía la sensación que los demás eran mejores que ella.

Cuando Gloria llegó por fin a su destino que era la entrada de un Hotel donde la esperaba Esteban que era un sujeto tan alto como ella, ambos se saludaron con un débil apretón de manos sin que la chica se atreviera a levantar la visa del bolso que llevaba en bandolera.

Seguidamente Esteban la invitó a tomar una copa en un bonito bar en el que había un señor tocando el piano. Poco antes de llegar a dicho sitio Gloria se percató que su acompañante le hablaba con gran naturalidad; era como si la conociese desde siempre.

Una vez dentro del local y haberse acomodado en torno a una mesita frente a una gin-tónic, Esteban para romper el hielo le preguntó si le gustaba su trabajo.

- Sí - respondió escuetamente Gloria con un hilo de voz.

- Oye, cuando tu prima nos presentó no me di cuenta de lo bonitos que son tus ojos - la lisonjetó él.

Enseguida la chica se ruborizó. Deseaba salir corriendo de allí, pero si lo hacía se iba a arrepentir durante meses de aquella reacción.

- Tú eres una persona tímida ¿verdad? - le dijo Esteban al ver su tensa postura.

- Sí. Mucho. No lo puedo remediar - admitió ella.

- Pues ya somos dos.

-¡¿Tú?! No puede ser.

- Sí. ¿No lo parece verdad? Es que trato de sobreponerme, y me cuesta una barbaridad. Es como si nadase contracorriente en mis emociones - confesó Esteban-. Este dominio de la inseguridad se adquiere poco a poco arriesgándose en conocer a la gente, hasta que se coge el hábito. Pero también ayuda a ello hacer ejercicios de Relajación; y es recomendable también practicar alguna actividad, como por ejemplo pintura, escultura... algo que a tí te llene, porque no todo consiste en la vida comer, trabajar, y dormir.

- ¿Y así crees que se deja de ser tímido? - inquirió la mujer.

- No del todo, pero se puede arrinconarla en el fondo de tu conciencia - respondió él- Piensa que muchos intelectuales, sobre todo actores de teatro si se dedican a una actividad artística en parte es para compensarse de este nefasto sentimiento que nos hace sentir tan mal. Los actores necesitan el aplauso del público para alimentar su frágil amor propio. De hecho de una manera o de otra todos tratamos de erigirnos sobre nuestras cenizas; de sacar fuerzas de flaqueza para poder vivir. Eso que mucha gente dice que uno es así y ya está es una necedad porque entonces nadie evolucionaría nada, y todo sería peor.

- Ya... ya... Pero ¿ Y tú qué? - quiso saber Gloria que precisaba sentirse identificada con aquel tipo para notar que no estaba tan sola en medio de la sociedad, puesto que muchas veces la amistad, el amor empiezan compartiendo un mismo estilo de vida sea bueno o malo entre dos personas.

- ¿Yo? - expresó Esteban con una media sonrisa-. A mí también me temblaban las piernas ante una bella mujer. Se me secaba la boca, y mi mente se quedaba en blanco; y no acertaba a decir que tonterías; cosas sin ningún sentido ni gracia.

- Ya sé lo que es eso.

- He perdido muchas buenas oportunidades con las mujeres por culpa de mi timidez, porque ellas siempre han querido al sujeto atrevido, desvergonzado y chistoso. Pero también se me han escapado oportunidades de trabajo. En las entrevistas de algunas empresas que exigían personal decidido para tratar con los clientes, yo no brillaba; me faltaba tener convicción conmigo mismo. Por eso he sufrido mucha soledad e incomprensión por parte de los demás.

-¿Incomprensión?

- Sí. No te voy a engañar. En este mundo tan competitivo la gente es cruel, ingrata. Si te ven inseguro, quienes te rodean aún te pisar más. Te tratan de blandengue, o de tonto para darse ellos autobombo a costa de ti. Sólo se interesan por tí si tienes una enfermedad física, porque la mente para una mayoría es algo etéreo, inexistente, a menos que uno sea un loco peligroso. Pero te confesaré que yo me decidí a ir a un psiquiatra para solventar mi problema de la timidez, y tras hacerme un exámen con las cartas Rochard en las que habían unas manchas y yo debía ver cosas, animales, etc, y éste me diagnosticó que mi timidez me despertaba una tendencia depresiva. Por eso hay que luchar sin descanso para ser autosuficiente y que el fantasma del miedo a la gente no nos atrape, porque también hay que defenderse de los listillos.

- ¿Y el trabajo? ¿Cómo te va?

- Ahora estoy en una Editorial; me han hecho un contrato fijo, y me va bien.

- Mejor.

- Verás. La timidez es una pequeña neurosis que si bien tiene una predisposición genética, también esta se dispara por una mala educación familiar.

- ¿Familiar?

- Claro. Igual puede ser por tener unos padres sobreprotectores, o por el contrario por unos que pasen de tí; que te subvaloren. Esto último ha ocurrido mucho en los pueblos rurales. Y precisamente en este país han prevalecido los dos extremos. Mira. Cuando te topes con alguien presuntuoso, y chuleta no le hagas ningún caso, porque esta actitud no es más que una máscara que lo único que esconde es pura miseria, e ignorancia.

Esteban hizo una pausa para beber de su copa y posteriormente dijo:

- Bueno. Ya esta bien de hablar de este tema. ¿Vamos el próximo sábado al cine?

- Sí.

Y la pareja abandonó el local para dirigirse a sus respectivos hogares.

En el entretanto Gloria pensó que no era ningún bicho raro, ni una mujer antipática como mucha gente le había hecho creer.


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