Mariana

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- Ahí viene Roberto como todas las tardes – le dijo Mariana a Silvia, una de sus compañeras de trabajo en el café – Me lo quiero coger pero no lo entiende.

- ¿Tendrá algún problema? – respondió Silvia.

- No sé qué hacer para que me entienda.

 El tal Roberto entró al café acompañado por otro hombre de edad semejante. Fueron a sentarse en el sector habitual para Roberto, área de responsabilidad de Mariana. Ésta se aproximó a la mesa inmediatamente.

 - Hola Roberto, ¿cómo estás?

- Muy bien, gracias, ¿y tú?

- Bien, esperándote, como todas las tardes, ratón.

El acompañante de Roberto levantó su vista del iPhone y miró con detenimiento primero a Roberto y luego a Mariana. Desde donde estaba podía apreciar unas buenas caderas, estrecha cintura y tetas de buen tamaño. Para acompañar todo eso, labios sensuales en una cara atractiva. Si su culo estaba en armonía, valía la pena tratar de montársela. Pero sus ojos indicaban que ya tenía pensado a quién coger.

Mariana tomó la orden y se retiró a buscarla, bajo la atenta mirada de Carlos que confirmó buenas piernas y trasero para entretenerse. No perdió tiempo en expresar lo que pensaba:

- Roberto, sabes que te quiere coger, ¿no?

- Sí, pero después de los líos con los problemas del divorcio no quiero tener más dramas.

- ¿Dramas? Estás divorciado, Roberto. Antes tenías problemas ahora no. No te hagas rogar. Te puesto a que está allá atrás con la concha húmeda de solo pensar en cogerte. ¡Y que cuerpo tiene! Mejor que te apures o voy a considerarla campo libre. – y las carcajadas le salieron naturalmente – Antes de que me olvide, ¿a qué viene eso de llamarte ratón?

- Me ha estado llamando ratón durante la última semana. No le pregunté, pero estimo que ella es la gata que me quiere comer.

El viaje de negocios se llevó a Roberto tres días fuera de la ciudad. Tres días en los que pensó una y otra vez en lo que le había dicho Carlos. Y en el físico de Mariana. Y en lo que tenía que hacer.

El jueves por la tarde regresó al café pero no a la hora habitual sino cuando ya tenían que cerrar. Solamente Mariana estaba adentro preparando todo para colgar el cartel “CERRADO”. Llevado por la costumbre, se sentó en el mismo lugar. Mariana se acercó con una sonrisa en los labios.

- ¿Qué puedo hacer por tí a esta hora, ratón?

- Tráeme lo de siempre.

Sin embargo, habiendo tomado una decisión, aprovechó la cercanía para tocarle el brazo y, viendo la aceptación, continuó con una caricia al deseable trasero, el mismo que durante los días anteriores se había imaginado entre sus manos. Mariana sonrió picaresca, sexualmente y, sin decir palabra se fue a la puerta y volteó el cartel. Definitivamente, el café había cerrado sus puertas.

- Sígueme – le dijo a Roberto cuando pasó a su lado, y avanzó hacia el fondo del café, donde estaba la oficina. A Roberto le pareció que el culo de Mariana se movía más que nunca.

Cuando Roberto entró a la oficina Mariana se volvió para enfrentarlo, cerró la puerta de un puntapié y un segundo antes de besarlo le dijo:

- Te atrapé por fin, ratón.

Mariana introdujo ávidamente su lengua en la boca de Roberto, al tiempo que lo presionaba con sus tetas por arriba y su concha por abajo. La verga de Roberto ya no estaba en reposo. Las manos de él bajaron de su cintura a sus glúteos y ella metió su mano entre los dos cuerpos y le acarició no solo la verga sino también sus testículos. Mariana se apartó y comenzó a sacarse la ropa.

- Desvístete – le dijo, aunque él ya la estaba imitando. – No te vas a olvidar de esta tarde.

- Tú tampoco – le contestó él, al tiempo que se abalanzaba sobre ella y comenzaba a chuparle los pezones ya erectos. Sus dedos exploraron su concha y permanecieron disfrutando de los jugos que ya vertía. Mariana no se quedó atrás. Tomó la verga hinchada con una mano y acarició los huevos de Roberto con la otra. Cuando él dejó sus pezones para mordisquearle el cuello ella lo empujó hacia el escritorio sin abandonar su miembro de cabeza enrojecida.

- Siéntate – le dijo y ella se sentó en una silla frente a él. Golosamente metió la verga de él en su boca y comenzó a succionarla y lamerla alternativamente al tiempo que su mano derecha la masturbaba.

- Me encantan tu sabor y tu tamaño. ¡Qué ganas te tenía!

- Bueno, la espera se acabó. Lo estás haciendo muy bien pero ahora me toca a mí.

Cambiaron posiciones y pronto la lengua de él estaba jugando con el clítoris de Mariana.

- Me estás volviendo loca – dijo ella mientras él llevaba su lengua más abajo, a la fuente de sus jugos sexuales. Roberto no contestó pero continuó lamiendo los labios de la concha y el clítoris. Sus dedos se introdujeron en la cavidad de Mariana y trabajaron coordinadamente con su lengua.

Finalmente se enderezó y besó con pasión los labios de Mariana compartiendo los jugos de ella que estaban en su boca. La empujó suavemente hasta tenerla acostada sobre el escritorio. Ella se imaginó lo que venía y flexionó sus rodillas, colocando los pies en el borde del mueble. Los besos continuaron. Los pezones recibieron pellizcos, lamidas y succiones.

- Métemela – dijo Mariana y se deseo fue satisfecho inmediatamente. La cabeza brillante del pene de Roberto se humedeció por segundos en la puerta de la concha palpitante de Mariana antes de que su dueño empujara hacia adelante y la penetrara. Verga y concha se acoplaron completamente y Mariana emitió un gemido de placer.

- ¿Esto es lo que querías?

- Sí, pero que dure, por favor. Muévete. Hazme gozar.

Mariana sentía como la pija de Roberto se movía dentro de ella a un ritmo exquisito.

- Así, así, muy bien. Te siento tan adentro y tan grande. ¡Qué buena pija tienes!

No había acabado de decir eso cuando sintió que lo que tanto estaba disfrutando había salido totalmente de su cuerpo. Roberto apoyó su pene sobre su clítoris y continuó sus vaivenes mientras su boca volvía a besarla, mordisquearle el cuello y jugar de distintas maneras con sus pezones. Era casi demasiado y Mariana sentía que el orgasmo estaba presionando por suceder. Llegó cuando los labios y la lengua de Roberto atraparon y lamieron su clítoris sin piedad mientras dos de sus dedos ingresaban en su vagina. Se sacudió de pies a cabeza.

- Te dije que siempre recordarías esta tarde – dijo Roberto. Mariana sintió que la pija de Roberto se introducía nuevamente en su concha empapada. Dio la bienvenida a los vaivenes de la verga que parecía haberse calentado y endurecido aún más.

- ¡Qué bien, qué bien, así, más rápido que voy a tener otro orgasmo!

Roberto aceleró sus bombeos y sintió que su esperma salía disparado dentro de Mariana. Estiró su cuello y miró hacia el techo aunque sus ojos estaban cerrados. Mariana lo empujó hacia atrás, se arrodilló frente a él y le succionó la pija hasta sacarle la última gota de leche.

¡Tarde inolvidable!

 


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