Debo estar loco (2da parte)

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Al final del ciclo ya mis ganas de el profesor de geometría no las podía controlar. Sabía que iba a estar corrigiendo y entregando algunas notas y lo busqué entre los salones del pabellón; por una ventana del salón de profesores lo vi sentado en una mesa corrigiendo trabajos y exámenes junto a una taza de café enorme. Esperé casi tres horas, hasta que lo vi caminar con dirección a la cochera.

-Profesor buenas noches.

-Buenas noches. 

-Disculpe, tengo algo que decirle.

-Dígame. 

-Necesito que me de su opinión sobre unos planos. 

-¿Donde están los planos?

-Bueno no los tengo aquí.

-¿Entonces donde lo tiene?

-En ni casa.

-¿Y como quiere que le de mi opinión sobre los planos si no los ha traído?

-Bueno es que primero quería saber si los podía mirar.

-Mándemelos por correo.

Lo quedé mirando seria, él se había dado cuenta de que no era cierto lo de los planos y lo sabía porque le costaba pasar saliva y su respiración se había vuelto errática.

-Qué se divierta en estas vacaciones.

-Gracias.

 

Cerca a la universidad había un centro comercial, me sentía rara, estuve a punto de confesarle a mi profesor de geometría que me gustaba y empecé a recordar todas las fantasías que había tenido con él y sonreí. Entré a una tienda donde vendían accesorios para mujeres cuando sentí su presencia detrás de mi.

-Sígueme. -Solo una palabra hizo que se remeciera mi mundo.

Caminé solo viendo su espalda, de vez en cuando él volteaba para saber si le seguía hasta que llegamos a la cochera, desactivó la alarma y me abrió la puerta de su auto para que entrara. Después que entró él, me miró y me aventé a probar esos labios que me habían perturbado por todo el ciclo. Coloqué mis manos en su rostro y los lamí, él me abrazó y pegó mi cuerpo al suyo. Jadeantes y excitados nos miramos.

-Debo de estar loco.

Me llevó a un hotel, abrió la puerta del auto y me dio la mano, entramos a la recepción y nos dieron una habitación, parecía que llevaba prisa.

 

Cerró la puerta y me besó de una manera desenfrenada, pero a mí me gusta disfrutar de los besos, me gustan lentos y pausados, me gusta lamer, gemir y morder despacio.

Sus manos en mi cintura me pegaban a él, haciéndome sentir el bulto de su pantalón. Lo separé de mí y retrocedí para empezar a desvestirme muy despacio, para que él me viera hacerlo hasta quedarme completamente desnuda, él me miraba jadeante mientras que su pantalón parecía que iba a explotar.

Me abalancé sobre él envolviendo mis piernas alrededor de su cuerpo, frotando mi vulva en su erección, dejando mi humedad impregnada en su ropa. Sostuvo mis caderas y me llevó a la cama acostándose él encima, comencé por quitarle su chompa azul y luego la camisa, cuando quiso quitarse el pantalón el frío metal de su correa cayó me acarició el clítoris y gemí fuerte.

-Hazme tuya.

Lo tuve desnudo en un instante y dirigiendo su pene se detuvo en la entrada de mi vagina.

-Estás muy mojada.

-Es por las ganas que te tengo.

 

Auuu grité al sentir como su pene abrió mi boca golosa y mojada con su punta caliente y dura como el hierro y fue entrando poco a poco recorriendo mi interior hasta dejarme sin aliento entrando hasta lo más profundo.

Su pene debe de ser enorme porque no me puedo acomodar fácilmente, pensé.

Abrí mis piernas y él pudo entrar un poco más, cerró los ojos y gimió fuerte.

Me miró y me preguntó si estaba bien.

-Todo bien. -Respondí jadeante. -¡Quiero más! -Le pedí; y su pene salió solo hasta la punta y empujó fuerte resbalando hasta el fondo de una sola estocada haciéndome gritar de placer.

-¡Debo de estar loco! Me has provocado todo el ciclo, tenías que ser mía. -Bombeaba sin descanso, una y otra vez, el aire era espeso, ya no podía pensar y solo me dejaba embriagar por el placer que me daba. Mis párpados empezaban a cerrase y millones de hormigas paseaban por mi cuerpo alojándose en ese nudo de placer. Nuestros cuerpos rebotaban y nuestra humedad se escuchaba como un chasquido.

Sus manos me acariciaban el costado del cuerpo, su boca tenía atrapado uno de mis pezones y cada vez que lo mordía me hacía gritar acercándome al abismo. Cuando sus manos se alojaron en mis nalgas elevándome hacia su cuerpo ya no pude más y me cuerpo estalló en un millón de partes, las cuales volaron se desintegraron y volvieron a mi cuerpo dejándome placenteramente satisfecha.

-Eso, así se disfruta.

 

Seguía empujando hacia mi cuerpo hasta que pude volver a la realidad, abrí los ojos y me miraba paciente esperando a que me recuperara de ese orgasmo tan intenso que me había dado.

 

-Ven, ahora ponte encima mío. -Se movió poniéndose a un lado de la cama y al fin pude ver su pene. ¡Era enorme! Y no pude contener las ganas de chuparlo.

 

Tenía mi olor y sabor, pero al limpiarlo con las mamadas que le daba empezó a llenarme su olor y su esencia la boca, me di cuenta de que le gustaba cuando le chupaba el frenillo, y ahí me entretuve hasta oírlo jadear y gritar. 

 

Me acomodé encima de él, cogí su pene y lo desaparecí entre mis pliegues más sensibles. Me hizo gritar nuevamente. Me moví como loca, sus manos en mis caderas me calentaban mucho, me magullaban y lo disfrutaba. Nuevamente los jadeos y gritos. Me dio varios orgasmos y disfruté cada uno de ellos. ¡Por Dios qué resistencia tiene!

 

De un instante a otro pasé de estar encima, a estar de espaldas a él. En esa pose era más intenso, cada empujón venía acompañado de un fuerte jadeo, le gustaba, era evidente. Cogía mis caderas y las atraía a su cuerpo a la vez que él empujaba me estaba desarmando y no quería que parara, lo quería más fuerte.

-Oye me estoy portando bien o mal? 

-Muy bien. 

-Pero a mí me gusta portante mal.

-No señorita, no se porte mal.

Hablaba con su boca en mi oído y me hacía temblar.

-¿Porqué?

-Porque si no le voy a tener que dar un par de nalgadas.

-Mmm

Se quedó quieto un instante, pero continuó llenándome después. Acaricio mis nalgas, pero después colocó una en mi espalda queriendo que la pegara a la cama y cuando lo hice... Plash, una nalgada que me hizo gritar.

-Buena chica.

Jadeante y al borde nuevamente del orgasmo sus manos se enredaron en mi cabello. Su pecho se pegó a mi espalda y susurró en mi oído.

-Te mereces un par de nalgadas para que aprendas a portarte bien en clases.

Plash otra nalgada más. Y sus movimientos se hicieron más fuertes. Sus manos no sabían dónde colocarse, se sentía desesperado y otra vez una nalgada más y agitándose detrás de mi sentí como inundaba mi ser.

Jadeantes y cansados cayó encima de mi cuerpo hasta que de nuevo en un susurro dijo:

Debo de estar loco.


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