Alguien se apiado de él y lo llevó todo lo cerca que pudo, puesto que la Ertzaintza??había instalado el control, un kilómetro antes del albergue.
Llegó corriendo a las inmediaciones y se encontró con un panorama desolador.
Tres dotaciones de bomberos estaban manguera en mano, luchando con las llamas que furiosas, salían a través de los grandes ventanales. Nada ni nadie que estuviese ahí dentro, podría sobrevivir a aquel infierno. Una patrulla permanecía tras la cinta policial y trataba de mantener a muchedumbre de se agolpaba a una distancia segura. Mientras tanto, algunos sanitarios salían de la zona ya apagada, entre la espesura de humo blanco, portando varios cuerpos inertes, los depositaban con cuidado en la explanada próxima a la entrada del albergue, tapados con mantas térmicas.
Tras varios intentos, Sebastián consiguió acercarse a la zona donde dejaban los cuerpos.
Deambulo entre los cadáveres con pasos tembloroso tratando de reconocer alguna silueta, y a la vez buscando un milagro y ver a Miranda y sus pequeños aparecer tras el humo, sanos y salvos.
Por todas partes había un desagradable y penetrante olor que lo inundaba todo, la terrible consecuencia de la descomposición orgánica en temperaturas extremas. Lo que se respiraba allí, si alguna vez tienes la desdicha de olerlo, no lo olvidaras jamás.
Así estuvo largo tiempo, se paraba delante de un cuerpo, buscando algún detalle que pudiera delatar que era su mujer o alguno sus hijos. Tapándose la boca y la nariz con la mano, parar poder soportar aquel hedor, hasta que los encontró, allí estaban, sus pequeños, juntos, tapados con la misma manta, supo que eran los gemelos, por que reconoció sus calcetines, no fue capaz de verles sus caritas, solo pudo tocar sus pies a través de la manta térmica que los cubría y llorar de impotencia.
Alguien se le acercó y tocó su hombro, llamando su atención, con toda la delicadeza que cabía esperar en un trance como ese.
Sebastián se giró hacia el individuo, con los párpados hinchados y la niña de sus ojos irritado.
Aquel hombre, era del equipo médico del Samur Bilbao, había llegado con las primeras dotaciones de ambulancias y bomberos, y fue uno de los que empezó a sacar los primeros cuerpos del interior, empezar a hacer un primer recuento y la posterior identificación de los mismos a través de los familiares. Él mismo había sacado a los pequeños un rato antes. Y le preguntó a Sebastián por ellos:
-Disculpe, ¿conoce usted a estos niños?
¿Son de su familia?
-Son mis niños, mis gemelos. Contestó entre lágrimas, mientras los acariciaba por encima de la manta.
-Lo siento mucho, de verdad, no alcanzo a comprender el dolor por el que debe estar pasando. Tenga mi más sentido pésame.
Pero. (Se detuvo un instante el sanitario, pensando que palabras usar y prosiguió):
-Siento comunicarle, que había una mujer abrazada a uno de los pequeños, suponemos que era la madre, Imagino que es su esposa.
-¿Dónde está?, quiero verla. Gritó Sebastián.
-Creo que es mejor esperar...deje que le explique. Pero Sebastián lo interrumpió bruscamente exigiendo ver a su mujer.
-¡DÍGAME DONDE ESTÁ! No tengo a nadie más en este mundo.
-Señor, tenga en cuenta que cuando entré en el dormitorio del albergue, la mayoría de los cuerpos que vi seguían en sus camas, como dormidos, eso nos hizo pensar que murieron por inhalación de monóxido de carbono. No se enteraron de nada, ni sufrieron, si le sirve de consuelo, el humo que inundaba toda la habitación, hizo de la estancia, una cámara sellada sin oxígeno, y les evitó sufrir. Pero desgraciadamente las llamas se iniciaron muy cerca de las literas donde dormían su mujer y sus hijos.
Según las investigaciones de los bomberos, piensan que el fuego se originó en una litera contigua a donde dormían su mujer y su hijo. Se cree que alguien debió fumar algo de marihuana y a continuación pudo sufrir algún tipo de alucinación o simplemente pudo quedarse dormido, eso originó un conato de incendio en la almohada que prendió rápidamente. Por desgracia bajo la almohada escondía un teléfono móvil con batería de litio que al destruirse la cubierta, esta entró en contacto con el oxígeno de la habitación, produciendo una pequeña fusión instantánea que desencadenó el terrible incendio. Su mujer, siento decirle que se encontraba a escasos metros del origen, la encontré cubriendo a sus pequeños, abrazada a los dos de espaldas al fuego. Ella se llevó la peor parte. Créame, que no sufrió nada. Apenas pudo enterarse de nada. Ella aún está dentro, no necesita pasar por esto, créame, es ella, se lo aseguro, pero quizá sea mejor que conserve en su mente el recuerdo de como era antes del accidente.
Pero Sebastián no le hizo caso Y corrió hacia el interior, hasta la zona donde la dejó dormida de madrugada. El escenario que presenció era totalmente distinto al que había dejado.
El fuego, había alterado espantosamente la estancia, convirtiéndola en un infierno dantesco. Ya no se distinguían unas literas de otras, ante él, se extendía un amasijo de hierros y ropas calcinadas, eso le produjo un
estado de shock, que lo dejó paralizado. Nadie está preparado para enfrentarse a algo así, la presencia en un escenario donde tantas personas inocentes habían perdido la vida de forma tan dramática, le hizo sentir un profundo temor a lo que podía encontrar cuando llegase a la litera donde horas antes dejó dormida a Miranda, pero unos metros antes de poder verla se encontró de frente con uno de los bomberos que realizaba la investigación y lo detuvo con firmeza.
-¡Usted no puede estar aquí, es el escenario de una investigación y ningún Civil puede, ni debe permanecer en la zona!, no me lo ponga más difícil y acompañarme fuera!
-¡Necesito que verla! Gritó Sebastián, pero aquel corpulento bombero le obligó físicamente, a abandonar la zona siniestrada sin haberse podido despedir de ella.
Quizá fue lo mejor, puesto que nada quedaba de lo que recordaba de ella, y seguramente sólo encontraría un dolor innecesario que nada aportaba a su ya dolida situación.
Volvió a donde había dejado a sus pequeños, y permaneció allí mientras pudo. Hasta que el equipo de forenses trasladó a todos los cadáveres al depósito. Le intentaron tomar los datos, con la intención de resolver cuestiones de registro de algún familiar, pero incomprensiblemente, esquivó la entrevista con las autoridades y desapareció del escenario.
Nada le ataba allí, ya no quedaba nada ni nadie por quien luchar, solo le quedaba llorar su pérdida, resignarse y decidir que iba a hacer con su vida.
No durmió en toda aquella noche, solo podía preguntarse ¿qué sentido tenía todo aquel dolor, porqué un final así, para su mujer y sus hijos?
¿Cómo pudo no ver lo que se les venía encima?
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