EL ENCUENTRO CON "FRANKEINSTEIN"

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Según el antiguo relato mitológico del dramaturgo griego Esquilo que fue predecesor de los otros grandes autores tales como Sofocles y Eurípides, "Titán se atrevió a desafiar a los dioses creando vida valiéndose de arcilla, por lo que fue severamente por dichas deidades a causa de su osadía al no respetar los secretos de la vida".

Al cabo de muchos años transcurridos de este relato, a finales del siglo XVlll y principios del XlX surgió en el mundo occidental el movimiento cultural del Romanticismo el cual venía a oponerse al neoclasicismo que era de tendencia muy racionalista y que era lo que imperaba en aquella época. En dicha onda del Romanticismo que aglutinaba a personajes como el filósofo Jean Jaques Roseau, al músico polaco Federico Chopin, y a diversos poetas como por ejemplo a Mary Syller, se volvió a desenpolvar a los viejos mitos de la Antigüedad, a la olvidada Edad Media, al Espiritismo, y por supuesto a los nacionalismos.

Por eso mismo la lúcida escritora británica Mary Shyller (cuyo apellido era el de su marido que como no era un poeta) en el año 1818 fue invitada junto con su pareja a pasar unos días en la rica mansión situada en Ginebra del libertino escritor Lord Byron en la que también estaba su médico particular llamado Polidori que había escrito una novela de terror sobre vampirismo, un día en el que estalló una gran tormenta el anfitrión de la casa que propuso a cada invitado que explicara un cuento de terror, ella que había pasado por duras penurias económicas al lado de su tan soñador como irresponsable compañero sentimental, a la vez que se le había muerto una hija pequeña- pues la vida tiene muy poco de romántica-, pero sin embargo fiel a su movimiento cultural del ROMANTICISMO y apoyándose en el esquema argumental del relato mítico de Esquilo, puesto que como se sabe las fábulas míticas por fantasiosas que sean y que por eso no hay que tomarlas al pie de la letra, aunque sí en cambio que son un reflejo de nuestra manera de ser, de nuestras pasiones y que por este motivo yo creo que una persona puede ser más romántica, o más racional, pero que no le conviene ser nada dogmática en ninguna de estas posturas porque esto va en contra de su libertad interior, y de sus intereses, ideó la magnífica novela FRANKENSTEIN O EL NUEVO PROMETEO y que yo tuve el gran placer de  comentar en la tertulia literaria que se celebraba en el Centro Deportivo de la localidad en la que resido, en el segundo centenario de su creación.

Y dicha novela a mucha diferencia de los guiones cinematográficos es de tal riqueza humana que nos obliga a reflexionar acerca de nosotros mismos; y de nuestro sentido existencial.

Con toda seguridad la "criatura" deforme que crea el doctor Víctor Frankenstein hecha a  base de miembros de cadáveres - y que la dama no describe cómo es, sino que lo deja a la imaginación del lector-, es esencialmente un arquetipo del inconsciente de la autora de la obra que le sirve para expresar su desdichada vida humana y familiar; pero asimismo la "criatura" es un símbolo del final de un tiempo histórico de connotación nostálgica de una mágica y ancestral tradición, para dar paso a la era del  pensamiento científico con todas sus consecuencias.

En efecto, Mary Shyller quedó muy impresionada por los recientes experimentos que se hacían de la electricidad y por eso los incorporó en su novela como una fuente de energía para dar vida al monstruo. Yo me aventuraría a decir que la mujer mientras narraba su terrible historia en la mansión de lord Byron la cual parece que tenía una cierta mirada hacia un futuro más científico en ciernes, de algún modo intuyó lo que hoy en día son los trasplantes de órganos a muchos pacientes.

Que duda cabe que el doctor Víctor Frankenstein llevado por un patológico egocentrismo quiere emular al Dios creando a su desgraciada "criatura" de igual manera como a veces uno hace algo inconveniente que perjudica a los demás sólo bajo el influjo de su orgullo personal, y ésta es fatalmente rechazada con hostilidad por la sociedad debido a su horrible aspecto; aunque aprende a razonar y a hablar escuchando de escondidas cómo lo hacen los lugareños de aquella zona. ¿Es que la gente confunde la estética por la ética? - me pregunto como lector de la novela-. ¿Es que la cara, sea bella o fea es el reflejo del alma y el fondo interior no existe? A mi juicio quien piensa así es que es de una superficialidad anímica alarmante.

La "criatura" que no deja de tener un fundamento humano y que por tanto es un ser comunitario hace responsable a su creador de su desgracia de aislamiento social y no puede ser amado por nadie. "¿Para qué me has creado?" - le pregunta con disgusto al presuntuoso doctor-. ¿Qué sentido tiene la vida para mi?" - insiste.

Esto me lleva a pensar en lo que también pueden preguntarse muchas peronas ante circunstancias adversas. Pues yo mismo aunque no sea tan feo como la "criatura" también me he planteado la misma cuestión. "¿Qué hago yo en este mundo tan ingrato?" ¿Acaso la idea de un dios benefactor es un error y más bien debemos de considerar que nuestra presencia en este planeta es obra de un dios egocéntrico que ha querido hacernos una mala jugada?

Por otra parte la "criatura" que también se siente despreciada por su creador, le dice a éste: "Por qué he de ser bueno cuando los demás se han portado tan mal conmigo? Ellos han sembrado el odio en mi corazón". ¿Quién es en realidad el verdadero monstruo? ¿La intolerante actitud humana hacia el que es diferente por muy estéticamente hermosa que sea, o la "criatura en cuestión?

Las viejas películas basadas en la novela de Mary Shyller, hacen hincapié en el terror que causa la fealdad del monstruo, y esto es completamente falso. La "criatura" amenaza al doctor en destruirle su vida afectiva si no le hace una novia para ser más feliz. Pero el doctor no sabe cuándo ocurrirá tal desastre; o cuando volverá a encontrarse con su terrible "criatura". Puede suceder cuando él menos se lo piense. Y precisamente el terror propiamente dicho, no consiste en la horrenda figura de la "criatura" en sí, sino en la incertidumbre de cuando se producirá el hecho fatal, lo cual como es de imaginar provoca en el doctor una ansiedad indescriptible.

Por todo lo dicho, al haber leído esta estupensa novela de la sensible Mary Shyller no quiero volver a ver ninguna otra película sobre FRANKENSTEIN.


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