Veintinueve de febrero fue dividido en cuatro partes. Fue condenado por querer robarle el treinta y uno a marzo para acompañar siempre a Veintiocho de febrero, su amada compañera. Todo febrero intercedió por él, pero los jueces del calendario no perdonan.
Durante el juicio se hicieron los ajustes necesarios para alejarlos y el veredicto fue severo, la súplica de Veintinueve de febrero fue volver a marzo de solo treinta lunas para estar con ella, pero no fue escuchado. Las partes en las que se dividió fueron acordadas: los minutos, el alma, el espíritu y la cuarta, que fue encomendada a Veintiocho de febrero: su corazón. Veintinueve de febrero fue nombrado Año bisiesto ante la tristeza de los 365 jueces.
En cada oportunidad, durante las últimas horas de Veintiocho de febrero, las partes de Veintinueve empiezan a armarse como un rompecabezas y en punto de las 12 de la noche se encuentran, Veintiocho le entrega la última parte con las manos y Veintinueve agradece dándole un beso en la frente, sabe que solo tienen veinticuatro horas cada cuatro años para amarse.
Antes de que el sol de Marzo empiece a asomarse la luna suelta una escalera para que el espíritu de Año bisiesto suba y evite ser borrado de la historia. Año bisiesto mira a Veintiocho y le promete que volverá pronto, después, en un destello de luz cósmica se despiden con un beso sempiterno.
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