Soy un niño, un joven, un adulto y un anciano en un mismo cuerpo. No importa cuanto pase seré todos y ninguno... pero eso si mi cuerpo envejecerá y eso nunca parará. Así mi historia empezará, el inicio de mi final en esta prisión, fúnebre y llena de melancolía. Donde el sol siempre sobre nuestra frente brillará.
Mi vida era tranquila y hermosa, llena de abundancia y felicidad, pero aún así, pese a tenerlo todo, impío vacuo me atormenta. En busca de llenar este vacío, este agujero en mi pecho; por temor de que alguna vez me consumiera. Rescaté a un prisionero, un no-humano sin luz en sus ojos sin brillo en su alma.
Con el tiempo la felicidad y la saciedad llegaron a mi, lo transformé, lo cambié por completo. Este no-humano por fin se convirtió en hombre, bajo mi tutela le enseñe a recibir la luz cálida bajo su frente.
Pero ahora, no es nada más que un viejo recuerdo ya. Como todo en esta corta pero longeva vida, mi abundancia se marchito y mi suerte al fin se secó. Bajo el sol, solo me encontré. Desesperado corrí de mi mismo, de la Luz que alguna vez tan cálida me pareció pues ahora solo me lastimaba y me vislumbraba de la vista del camino de mi destino.
Afligido y avergonzado entre sombra y sombra me desplacé por el mundo, evitando a toda costa el fragor del sol. En busca de ayuda, del único que me debía la vida. Y al final lo encontré como todo un hombre, bajo el sol tomando su luz como antaño yo lo había hecho. Él al verme, no vio a su salvador, vio a un no-humano mas que se oculta de la luz. Y yo con el reflejo de sus ojos observé a uno más del cielo, a un prisionero de la Luz que yo hace mucho anhelé.
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