Nunca antes había existido un lugar tan hermoso.Los árboles se elevaban agrestes hacia el azul firmamento.Los rayos del sol penetraban la verde cortina sin prisa,pero con firmeza.
La madre orgullosa observaba al pequeño cervatillo,que inocente de la maldad del hombre,daba saltitos,retozando de cuando en cuando,bajo la mirada protectora de su progenitora.
En un descuido,el pequeño corre hacia el riachuelo,quien canturrea próximo al lugar.En veloz carrera se pierde en la espesura que encierra los peligros de crueles depredadores.
Sus grandes y negros ojos se abren ante la quietud y belleza del paisaje.El riachuelo es todo suyo.El gorjeo de los pajarillos lo adormecen.El agua pura y cristalina saciará su sed.Su último sorbo de agua estaba allí, a un sólo paso.
La madre escucho a lo lejos...casi imperceptible para cualquier oído,no así para ella.Estaba segura...en dirección al riachuelo.
Eran los cazadores con sus perros,harto los conocía.En más de una ocasión había salvado la vida gracias a su aguzado oído.
Miró al rededor,su pequeño no estaba.Su corazón sintió un agudo dolor.Corrió veloz todo cuanto pudo.Llegó al arroyo y dobló sus patas abruptamente.Ahí estaba su pequeño con un hilillo de sangre en el cuello y su último sorbo de agua bajando de sus grandes ojos negros.
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