Un poco infeliz - contestó cuando lo conocí y le pedí que describiera su vida-.
Le pregunte muchas veces sobre el hecho que lo trajo hasta aquí, hasta esta parte del destino.
No puedo hablar de eso todavía -decía siempre, sin quitar la mirada de la mesa-. Es difícil y no me gustaría ser grosero.
El día de ayer me dijo emocionado que ya tenía la respuesta:
No pasa nada si no estás listo, Alejandro –le dije- entiendo perfectamente, ya habrá...
La vida –me interrumpió-, fue la vida lo que me trajo hasta aquí.
Nos reímos satisfechos. Conversamos sobre muchas cosas, como todos los días, incluso en mis descansos he venido a visitarlo, me gusta su elegancia natural al gesticular, como si estuviese pariendo galaxias con las manos, su sentido del humor y su lucidez al conversar, incluso después de que sustituí los tranquilizantes hace un mes por pastillas de azúcar.
Doctora –me dijo antes de despedirnos-, he estado pensando en esto hace algún tiempo, así que se lo voy a contar, me gustaría ser feliz con usted allá afuera; cuando sane por supuesto.
Ya veremos –le conteste sonriendo-.
Lo califiqué alto en la evaluación, motivada por la seguridad de que no debe estar en este lugar. El director estuvo de acuerdo; me lo dijo en la llamada que sostuvimos esta mañana.
Al salir de casa iré a comprar el traje de astronauta que siempre quiso Alejandro para el día de su alta... después podremos venir juntos a casa.
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