La morita (2)

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Con ellas me abastezco allí de frutas y cosas esenciales y avíos para preparar algo de comer y en un establecimiento próximo consigo quesos y otras cosas ricas. Omito expresamente por ellas la charcutería, que dejó para otro día. Lo complemento con una variedad de bollos tiernos de un pequeño negocio familiar y volvemos a casa. 

En menos de una hora preparo con dedicación y cariño unos espaguetis boloñesa, que me salen riquísimos. Sadira se chupa los dedos, me dice que son los más ricos que ha comido. La hermana es menos expresiva pero no deja de comer de todo y pone cara de satisfacción. Después, se marcha a la habitación pequeña que les he asignado, nos dice que se siente cansada porque ha pasado una mala noche. Antes de irse le digo que les prepararé para el viaje unos bocadillos y se va con un gesto de encantada. 

Me quedo solo con Sadira, nos vamos al salón y ponemos el televisor. Entramos de seguido en una especie de modorra complaciente, ella se pone en un lado del sofá y estira los pies dejándolos cerca de mí, que estoy en el otro extremo, se los acaricio y ríe complacida. 

Estamos en confianza, me dice que es la primera vez que viaja, que ni siquiera lo hizo por Marruecos y que le gustaría pasear y conocer un poco Málaga. Me ofrezco a dar con ella un paseo por el centro y le da alegría, estira aún más los pies y me los pone encima, se los sigo acariciando y se muestra entregada. 

Nos quedamos dormidos sin darnos cuenta. Al despertar la sorprendo dormida y totalmente confiada. Le aviso que de querer salir tenemos que hacerlo yá o se les hará tarde. Me responde con una sonrisa a la que acompaña con un saludo con la mano a modo militar. El encantado ahora soy yo, está guapísima. 

Avisa a su hermana y aunque ésta al principio no quería venir al final termina acompañándonos. Las siento felices curioseando por el centro, les llama mucho la atención la Alcazaba y el Circo romano. Sadira no deja de señalarme cosas que le sorprenden. Ambas están encantadas. 

Tengo que ser yo quien hable de recogernos porque se muestran insaciable, lo quieren ver todo. A las dos les llama a la curiosidad las cosas más diversas. Me dicen que les gustaría quedarse, les duele tener que marcharse y a mí me satisface verlas tan contentas. Como colofón las llevo a un bar marroquí cerca de la Catedral, donde tomamos un té a la hierbabuena y unos ricos dulces de miel. 

Al llegar a casa les advierto que tienen que descansar para poder madrugar, la mayor no lo duda ni un momento y se retira para dormir. Antes se ducha, no encuentra toallas y me llama, se las localizo y llevo, tenemos un mal entendido y la sorprendo desnuda. Tiene algunos kilos de más pero tiene unas hermosas tetas, me voy de la habitación con la sensación de que lo ha propiciado ella. 

Sadira no quiere irse, me pide que le deje estar un rato más conmigo y me sigue por la casa a donde voy, terminamos de nuevo en el sofá frente al televisor. Entra en confidencias, me cuenta que ha tenido varios novios, me muestro sorprendido y ella ríe graciosa y me aclara que novios a medias. Me muestro interesado y se vuelve enigmática, como dejándome en duda. Tiene la cara picarona, durante toda la tarde ha tenido conmigo un juego de seducción extraño por la diferencia de edad. 

Ahora, es más manifiesta, tiene las piernas recogidas con gracia, pero también con cierta provocación, me muestra su triángulo bien marcado, la siento predispuesta. Le pregunto si es virgen y duda en responderme, lo hace luego de una forma tan explícita que me llama a pensar que busca algo. Podría haberme dicho simplemente que sí, pero no lo hace, me aclara que lo es también sólo a medias. Ante mi interés, me explica que lo hizo con un primo suyo mayor, pero no por delante, para no marcarla, -así que puedo decir que soy virgen a medias, termina diciéndome. 

Se me acelera el pulso, después del desnudo integral de la hermana, aquello me pone en situación. Me acerco a ella y me acoge bien, no hace ningún movimiento de prevención, después le hablo de mí, de mis impulsos, de lo mucho que me gusta. 

Está expectante y creo que receptiva, me envalentono y le paso el brazo por los hombres, se deja hacer, la abrazo y se abandona, intento besarla y me pide calma. Se levanta, pienso que se marcha a dormir, pero sólo ha ido a la habitación a confirmar que Azima está dormida y vuelve ligera. 

Trae los ojos apasionados, decidida a jugar. No nos resulta fácil, es muy joven y le falta seguir determinadas pautas. La beso intensamente y la sorprendo tanto que se me entrega de una forma total. La acaricio y la siento mía, me ayuda cuando intento desvestirla. Con los pechos desnudos está preciosa, los recorro a besos y me adueño de sus aureolas que se le marcan como garbanzos. 

Gime sin cesar, me voy poniendo cada vez más apasionado. Se quita los pantalones y las braguitas y hundo mi cara deliciosamente en su entrepierna. La disfruto tanto que la hago correr, emite sonidos breves, que se alargan después. En ese punto de excitación no me hago responsable de nada, me quito los pantalones y me muestro ante ella con toda mi artillería dispuesta. Su expresión cambia y es de alarma, me quedo dubitativo. Pienso, que es joven y que debía haber actuado con más delicadeza. Está sorprendida, no entiende que lo mío esté proporcionado para ella. La veo de pronto quieta, apartada en el sofá, tiene el gesto preocupado y serio. Tomo conciencia de la situación tan desigual que he provocado (a pesar de su entrega e incluso de la experiencia que me ha contado de características tan especiales). Considero que no está preparada, me muestro arrepentido por mi atrevimiento y ella se tranquiliza. Nos abrazamos y quedamos quietos durante un rato, después ella vuelve a sentirse mujer y me busca complaciente. Le llamo al orden, se ríe conmigo y volvemos de nuevo a los besos. Después, me dice que a sus novios se las acariciaba con la boca, aunque reconoce que eran jóvenes y no la tenían como yo. Está envalentonada, me la acaricia con las manos y después lo hace con decisión con la boca. Mientras, yo hurgo con mis dedos en su entrepierna y se pone muy cachonda. Me lame con fruición hasta ponerme a tope, entonces le pregunto si lo intentamos y me afirma que sí de forma decidida. Vuelve a pensar con preocupación en su hermana y me dice que va a comprobar si sigue dormida. Lo hace pero se queda allí, al poco me aventuro y me acerco a la habitación, les oigo hablar bajito e intento oír lo que dicen, pero no lo consigo. 


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