En la ciudad de México nos subimos al metro y ha sido una de las experiencias más inolvidables que pueda contar, por muchas cosas. Habíamos ido a Xochimilco a conocer el lugar y a pasearnos en las trajineras, para regresarnos al hotel creí buena decisión, de regresarnos en el Metro. Checamos en el celular y vimos que había una estación cerca, podríamos subirnos a la red del metro que esta por toda la ciudad, empezamos a caminar por calles empedradas, tres cuadras después esta la estación Xochimilco, debíamos primero subirnos a un tren ligero como lo llaman ellos y después trasbordaríamos para poder subirnos al metro. El tren ligero también es eléctrico pero este es más lento y de color blanco en cambio el metro es color naranja y es mucho más rápido. Estábamos de vacaciones de semana santa ,la ciudad de México estaba vacía porque la mayoría de las personas salían aprovechando los días santos. Era buena oportuno para subirnos al metro porque no iba a estar lleno como siempre. Cuando el metro va lleno hay muchas historias que se cuentan en donde se pierden las personas, porque al subir o al bajar la marea de gente te lleva y no puedes hacer nada para regresar o para ir a donde tú quieres, máximo cuando vas con niños. Las estaciones del metro son lugares no muy limpios, no muy alumbrados y piso de mármol café para aguantar la afluencia de tantas personas. Hay que subir y bajar muchas escaleras que casi nunca son eléctrica. Adentro también hay puestos de comida ya preparadas y tienditas de dulces. En las paredes hay anuncios enmarcados y grafitis por todos lados. El precio del boleto es muy barato creo que me costó 5 pesos por persona algo muy irrisorio para la distancia que íbamos a recorrer y con la rapidez con la que nos llevaría. Lo que si tuvimos que trasbordar varias veces para poder llegar a nuestro destino. Cuando te paras en los andenes que es el lugar para abordar el metro, se me viene a la memoria tantas películas que he visto en donde personas se avientan o las avientan a las vías para matarse o matarlas. A de ser muy feo morirse por las ruedas de los trenes, no te queda nada bueno. Los vagones del metro son todos de acero inoxidable con sus ventanas laterales que creo no se abren, en eso no me fije. Los asientos son muy duros para aguantar la friega y el pensamiento destructivo de algunos pasajeros. Mide como 10 metros de largo cada vagón y 3 metros de ancho. Entonces al subirnos al metro como era una estaciona alejada veníamos muy pocos pasajeros, al caminar el metro nos mesía de un lado a otro despacio y muy raro porque como que tu vista se fija en un punto y te quedas pensativo. De pronto te acuerdas que tienes que estar alerta y volteas alrededor para que no te vayan a sorprender con un robo. Es muy evidente que eres de provincia por tu cara de asustado. En el trayecto vas pasando por varias estaciones en donde se suben y bajan muchas personas muy serias. En la parte de arriba por dentro del vagón en forma lineal, están los nombres de las estaciones y un foquito indicando en cual estábamos.
De repente en una estación se sube una muchacha con una canasta vendiendo y gritando fuertemente lo que ofrecía, eran juguetitos con dulces y plumas con lucecitas, pensé yo creo que solo en México se puede ser vendedor ambulante dentro de los metros. Llegando a la siguiente estación se bajó la vendedora. En la siguiente estación se subió un bailarín de hip hop y puso su bocina con música, empezó a bailar y a darse vueltas en el piso dentro del vagón y nosotros solo nos hacíamos para atrás para no topar con el bailarín. Al terminar su rutina, que para mí se me hizo muy buena porque se veía la agilidad del muchacho, se quitó la gorra y comenzó a pedir monedas. Todavía faltaban muchas estaciones para llegar a nuestro destino, habíamos ido muy lejos de donde estamos hospedados. En otra estación se subió un muchacho con una mochila en la espalda que tenía integradas unas bocinas que sonaban muy fuerte y en la mano traía discos piratas para la venta. Se paseada dentro del vagón ofreciendo los disco a un precio muy barato. Las bocinas de la mochila sonaban exageradamente fuerte con fragmento de canciones. La gente joven que subía algunos no vestía muy normal, son jóvenes que están vestidos como rockeros o como punk porque traían ropa muy rara, aretes y picos por todos lados. Será cómodo vestirse así me preguntaba o lo harán solo porque quieren integrarse a un grupo de personas, pensé pobres de los papas al ver a sus hijos vestidos de esa manera. En la siguiente estación se subió el clásico cantante romántico con su guitarra medio maltratada y se puso a cantar 2 canciones de José José, creo que las hizo popurrí porque tenía que terminar pronto para empezar a pedir monedas antes de llegar a la otra estación. A pesar que ya nos estábamos acercando al centro de la ciudad el metro no venía muy lleno. En la banca en donde estamos sentados yo tenía a mi hijo el menor abrazado para que se sintiera más seguro. Enfrente de nosotros se sentó una pareja de hombres que empezaron a verse, muy cerca cara a cara, entonces quise distraer a mi hijo para que no los viera, para nosotros que somos de provincia no es tan normal ver eso, nos cambiamos de lugar. En la estación de Taxqueña se sube un muchacho con una camiseta como si fuera un morral, se le veía cara de tristeza, cuando empezó a avanzar el metro, el muchacho se incoo y puso el morral de camiseta en el piso, lo abrió y tenía un montón de vidrios quebrados, comenzó a rezar algo y se empezó a golpear la cara contra los vidrios quebrados que traía. Yo trate de cerrarle los ojos a mi hijo para que no viera lo loco que estábamos viendo, repitió los golpes de la cara contra los vidrios como 10 veces, yo no podía creer que alguien se hiciera daño solo con el afán de conseguir unas monedas. Cuando termino de golpearse recogió su camiseta con vidrios y se puso a pedir monedas, yo le vi a la cara y tenía una o dos cortadas pequeñas, no le quise dar nada para que no siguiera haciendo eso. Cuando llegamos a la estación donde nos íbamos a bajar sentí alivio de salir de un lugar donde no sabes que puede pasar o que te puedan hacer. Como experiencia de vida fue muy imborrable!
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