Ya no soy una niña....
Por DavidDeSiempre
Enviado el 30/01/2019, clasificado en Adultos / eróticos
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Las luces me tienen abochornado, las incesantes platicas de gente que solo quiere llamar la atención me hacen odiar estar sentado en este lugar, desde el comienzo hasta ahora no ha pasado nada que valga la pena haber venido a este patético evento al cual me invitaron. Me levanto disculpándome sínicamente y voy con mi vaso de whisky a un lugar donde pueda escabullirme y largarme de una buena vez. Caminando con mi traje italiano arruinado por aquella mancha de crema que el estúpido mesero dejo caer, veo la puerta principal, mi alegría se desborda pues estoy ya a unos metros terminar mi agonía. Sin embargo, al pasar por el cancel enorme de la terraza algo llama mi atención.
Eres tú, aquella mujer que conocí un par de años atrás, aquella pequeña que en un evento similar platicó conmigo de algunas trivialidades, eras aun una niña, tu inocencia y rostro de ángel me tenían impactado, sé que te atraje, pero solo tenías 16 años, no solo sería un delito, también un descaro el seducirte, sabiendo que casi doblaba tu edad, pero aquí estas preciosa Irina.
Hermosa, sobria con ese vestido corto resaltando tu figura, esas piernas deliciosas, un culo excepcional, te miro desde lejos y me atrae reconocerte, me acerco sigilosamente, con mi copa de whisky. El olor de tu perfume me llega con el soplo del viento, es delicioso y resalta aún más tu hermosura. El aire hace volar tu cabello y me hipnotiza de manera cruel, pues dentro de mí siento el rechazo de tu altiva mirada. Sin embargo, tomo coraje y me acerco un poco más.
-Me dejas acompañarte? -Te digo con la mirada más caballerosa que tengo, tu primer gesto es inmutarte, me miras de reojo con desdén, tus ojos serios me imponen por unos segundos, pero un trago más me da la fuerza para tomar tu mano, me presento, doy un leve beso a tu muñeca y tu mirada cambia a una favorable sorpresa, tu boca hermosa me ofrece una sonrisa.
Ambos miramos el paisaje oscuro y las luces de la ciudad desde aquella terraza, la luna llena y el aire congelado son ideales para que pasen muchas cosas. Me preguntas, si me divierto en la fiesta, pero te contesto que estaba a punto de irme, que solo estaba terminando mi último trago porque la gente estúpida que abunda dentro del establecimiento me tiene asqueado.
Vuelves la mirada con una cara solidaria de sarcasmo, -Que curioso, la misma razón me hizo salir a respirar aire no tan viciado. -Me dices. Estiras tu mano y tu fina copa de merlot choca con mi vaso de whisky. Una sonrisa en tu semblante se acerca medianamente para decirme tu nombre, <como si no lo recordara>.
Mirándonos fijamente, mi mente comprueba que un par de años te quitaron esa mirada inocente, pero acentuaron la ya de por sí marcada hermosura, tu cabello apenas llega a tu cuello, tus labios perfectos y un abrigo corto de mink morado elevan tu elegancia. Ese vestido de lentejuelas y tirantes hacen ver que tus senos ya no son las de una niña, las miro, y volteo a tus ojos los cuales me reciben con una serena picardía.
-No sabe cuánto había deseaba encontrarlo. –Me dices acercándote un poco más a mi dejando que el aroma de tu cabello me embriague. –Recuerdo la última vez que lo vi, mi cuerpo se estremecía cada que lo escuchaba hablar y luego de ese beso, mis infantiles pantaletas quedaron completamente empapadas, no sé qué tiene usted, señor, pero incontables han sido las noches en las que usted me ha hecho suya en mis sueños, sus manos sobre mi piel, sus besos y su voz me han dejado al borde del delirio.
No tenía la certeza del cuándo volvería a verlo pero, anhelaba volver a sentir sus manos en mi cuerpo, si bien sé que usted está casado y nada tengo en comparación de su mujer, pedía al cielo tenerlo a solas un momento, para al menos, tener su voz decir mi nombre, sé que suena a un estúpido cliché, la niña que se enamora de un hombre prohibido. Sin embargo, hoy que lo tengo a mi lado, quiero grabar con la memoria cada detalle de su presencia.
Un escalofrío me recorre el cuerpo, tus palabras llenas de morbo y tu esencia me tienen enajenado, mi mano diestra toca tu mejilla, me acerco un poco y te doy un beso en la comisura de los labios.
-Hermosa Irina… No olvido aquella noche cuando el destino nos tuvo conversando, tu dulzura y tu encanto inocente me llenaron de ternura el alma, tu dulce mirada y ese tono de voz de un ángel lo llevo presente hasta ahora. También has rondado mi mente incontables veces, pequeña Irina, también he imaginado volverte a encontrar, y lo hice, sin embargo, la prudencia me decía que era incorrecto enredarme con una niña que a pesar de su sensualidad, era una niña comparada conmigo.
-Pues ha hecho mal… quien sabe plenamente a lo que se entrega… poco tiene que reclamar. Yo deseaba tantas veces que usted fuera el dueño de mi inocencia, siempre soñé con entregarme a usted y que en sus manos mi virginidad se perdiera. Pero la vida no recompensaba mis deseos, de modo que, en un intento de llenar ese vacío, sucumbí a los placeres con un estúpido que tal vez era más inexperto que yo. La vida sabe cuánto desprecie ese día, pues mis expectativas no lograron satisfacerse, su estupidez me llevo a salir corriendo y refugiarme en mi habitación para que con su recuerdo y mis fantasías, mis manos fueran las suyas provocándome la explosión tan anhelada.
-Lamento mucho no haber estado ahí, hermosa Irina, sin embargo era inconcebible atreverme a seducirte, a pesar de que te deseaba, era incorrecto proponerte una aventura con un hombre que poco tenía que ofrecerte.
-Son puras estupideces… es que acaso no sabía que ya me había seducido? Es que no era evidente que usted con ese beso provoco un estruendo en mi ser? Entiendo que un caballero como usted no se atreviera a hacerme una proposición tan bárbara. Pero, era un precio justo tenerme deseándolo en las noches? Cuando yo me revolcaba en mi cama imaginándome siendo suya.
Con esas palabras pusiste mi piel a temblar de pasión, mi pene crecía cada que tus reclamos ponían en evidencia tu deseo, mi cuerpo pedía tenerte y mis manos morían por despojarte de todo para tenerte desnuda. –No podemos cambiar el pasado. –Te dije. –Pero podemos resarcir los errores, pues la vida a veces, da segundas oportunidades.
Ignorando a la muchedumbre, solo volteé a mirar si alguien conocido estaba cerca, te tomé de la cintura y acerqué tu cuerpo al mío, te bese con profundo deseo y mi erección empujo tu abdomen hasta que un delirante gemido salió de tu boca, mis manos hábiles bajaron a apretarte las nalgas y mi verga empuja con más fuerza.
No hay nada más que decir, el deseo nos consume, luego de mirarnos a los ojos emprendemos la huida a una de las habitaciones del hotel.
Continua...
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