LA VERDAD EN LA MIRADA

Aquello recordaba Andrea, palabras que terminaba de escuchar de boca de su terapeuta.
Saliendo del aparcamiento el vehículo que la acercaba a su casa cada día de la semana en el que acudía a terapia.
En cuestión de pocos meses a la joven la vida le había cambiado, nada coincidía. Aquellos días en los que paseaba por la playa con Mario, no volverían, todo pasó, ya todo había terminado, porque nada es como lo planteas, se decía Andrea.
Por eso la frase, para ella distaba y mucho de la realidad.
Creer, creía, pero sabía que ya nunca podría volver a crear esas situaciones a las que probablemente se refería su médico.
Su corazón seguía vivo, pero sus sentimientos estaban en letargo, ni nadie los movía. La crueldad de la vida se había cebado con ella.
En realidad con el que más lo hizo fue con Mario, que aquel terrible virus del que se contagiaron en uno de sus maravillosos viajes, afecto sus vías respiratorias, como lo hubiese hecho con cualquier otro órgano.
Aquel día dejó de respirar, su rostro se tornó de cera y poco a poco se apagó su vida. Eran tantos los recuerdos que el tiempo se disipaba cada vez que en su mente ponía en escena aquella verdad.
Le tomé la mano, sus ojos húmedos apenas parpadeaban, de haberlo hecho sus lágrimas hubiesen caído por su pálido rostro.
Pero su mirada era sincera, me decía que me quería, que iba a dejarme, pero que no estuviese triste. Que siempre estaría conmigo.
Su voz casi sorda susurraba aquellas palabras y dio su último suspiro…
Fue aquella una situación plácida, en un momento dulce en el que la verdad estaba presente.Tan presente como estaría en mi mirada después de la intervención en la que me iban a implantar sus córneas. Pues debido al microbio que nos infectó él moría para que yo volviese a ver.

©Adelina GN

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