Fascinado con mi Ángel (3)

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3.  Encuentro ardiente.

Se llegó el sábado.  El lugar de encuentro lo había sugerido adrede porque sabía que tenía unos apartados a media luz, muy a propósito para mis intenciones, ignoro si las de él; pero yo sentía la necesidad de conducir la relación hacia un terreno excitante y el “beso robado” me animaba a ello.  Llegó puntual; eso me animó; lo saludé de suave beso en la mejilla y le propuse dirigirnos a un apartado; aceptó emocionado.  Tenía dos sillas amplias de dos puestos, frente a frente, a ambos lados de la mesita.  Por supuesto que nos sentamos juntos en una de ellas, al principio cautamente separados, pero le tomé una mano después de hacer el pedido y ni corto ni perezoso.

Cuando nos sirvieron las bebidas, me acerqué en el asiento y volteó a mirarme fogosamente; le acerqué mis labios a los suyos…

–No tengas tanta prisa; tenemos para largo rato.

–Disculpa.  Es que he sentido tan tibia tu mejilla en nuestros besitos, y tanta chispa en tus ojos, que quería saber cómo se sentiría de boca a boca.

–Se debe de sentir apasionante, pero me gusta avanzar con calma; en todo.

Hicimos el brindis por nuestra amistad y luego del primer sorbo le puse la mano sobre uno de sus tentadores pechos, arriesgando a un nuevo rechazo; con toda tranquilidad, se alzó la camiseta para que pudiera introducir mi mano y hacer contacto directo.  Disfruté de la delicia de palpar esa pequeña prominencia, de pellizcar esos turgentes pezones, que se sentían erectos; algo más comenzó a buscar erección en mí y me pasé la lengua por los labios.

Excitado con estas caricias, me tomó la mano y me la acercó hacia su pierna; se la estuve acariciando de arriba abajo mientras me miraba con algo que no supe si era ternura o deseo.  Al fin me atreví a llevarla hasta su miembro, apretándolo con suavidad; la mirada se le encendió y acercó esos labios sensuales a los míos.  No tengo palabras para describir la fuerza, la intensidad y la locura de ese beso, más fascinante que los que yo hubiera recibido de mujer alguna.

La pasión despertada por el beso me llevó a desabrocharle el pantalón, bajarle el cierre y deslizar mi mano por entre sus largos y sedosos vellos hasta llegar a agarrar su sexo.  Se lo dejó mover unos minutos, luego me retiró mi mano y metió lentamente la suya en la misma zona de mi cuerpo; me asió lo que ya tenía bien agrandado y lo masajeó con un cuidado… pero con una pasión tremenda, clavando al tiempo sus ojazos en los míos.  Cuando yo casi llegaba al punto de no retorno, suspendió el movimiento y me regaló un nuevo beso, dulce y apasionado.

No se trataba de avanzar mucho más en esa primera cita, pero ambos quedamos como embriagados con ese primer conocimiento íntimo y acordamos tener un nuevo encuentro.  Yo, más que embriagado, me sentía “empezado” y deseaba ardientemente tener esa nueva cita para llegar más lejos.

Continuará.


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