A las doce sonó el teléfono. Al ver su nombre en la pantalla, me dio un vuelco el corazón. No podía creerlo, hacía semanas que no sabía nada de él, y no esperaba ya nada,aunque cada día lo esperaba todo.
-Hola... ¿cómo estás? ¿Podemos hablar?
No dije nada, no quería estropearlo hablando, pero además pensé que podía castigarle un poco por sus días de silencio, semanas ya, y no poner las palabras otra vez yo, como siempre.
-¿Estás ahí?
-Sí-dije escuetamente
-Hola... quisiera decirte algo, tengo algo que decirte , y no es fácil.
El corazón se aceleró más y sentí una punzada en el estómago, la vieja punzada de siempre, otra vez, una vez más haciéndome daño con sus palabras. Pensé que iba a ponerse serio y decirme que ya no podía soportar más mis mensajes, que le dejara en paz. Pero luego caí en la cuenta que ya había pasado mucho tiempo desde la última vez, que no podía ser eso. No hablé, solo esperé a que él lo hiciera, no pensaba ponerselo fácil.
-He estado pensando y quiero que nos veamos y hablemos, creo que tenemos que hacerlo
Sus palabras seguían sonando muy frías, heladas, serias, intimidantes, la punzada del estómago se extendía por todo el cuerpo hasta convertirse casi en un temblor. Su tono serio siempre me dio miedo, todas las palabras que no decía, todo el amor que no me mostraba, todo ese empeño por controlar y domar y retorcer hasta casi hacer desaparecer sus emociones, todo eso provocaba en mi organismo un estado de alerta y de angustia. Sentía una amenaza, la amenaza de no ser querida, de ser herida, de no ser correspondida, de ser cortada desde la raíz mi necesidad de amor, y mi propia naturaleza demasiado afectiva.
-Creo que ya nos lo hemos dicho todo-me sorprendí diciendo- no hay nada más que hablar, no sé para qué me llamas , ya me has dicho lo que sientes, o no sientes, si es por los mensajes no te preocupes, ya te dejo en paz. Siento haberte molestado, no quiero hablar más contigo, no quiero oír más cosas que me puedan hacer daño, y no tienes nada que temer, no voy a hacerte nada, puedes seguir con tu vida maravillosa, y yo seguiré con la mía.
-Te quiero...
La punzada desapareció, los nervios se disolvieron en un puro mar de alivio, la lágrimas acudieron sin avisar a mis ojos y todo el temblor y angustia de meses se hizo polvo.
-No dejo de pensar en ti... no puedo estar por más tiempo sin saber nada, quiero saber cómo estás, qué haces, qué sientes, quiero verte, he intentado no pensar en ti, olvidarte, volver a mi vida,pero es imposible. Estoy unido a ti creo que para siempre. No puedo controlar las ganas de verte y de tocarte también, siento mucho deseo por ti, pero no es solo eso. Es todo. Quiero verte... no puedo más... lo siento... te quiero.
LLoré y sollocé soltando toda la presión que había en mi alma, creí estar soñando, eso era mejor que mis fantasías, eso era real.
-Yo también te quiero- era la primera vez que lo decía, y tenía que ser por teléfono.Hubiera deseado hacerlo en persona, y mirándole a los ojos. Pero era mejor que nada, que la angustia de no verse, de no hablar, de no saber.-También quiero estar contigo, y no dejo de pensar en ti ni de día ni de noche, también quiero verte, y quiero que me toques, y que me beses,lo quiero todo, todo.
-Mi amor... ¿puedo ir a buscarte? Iré donde estás. Luego haremos planes. Si tienes el día libre.
No sabía ni lo que iba a hacer ese día, salvo que por la tarde iría de compras al centro comercial. No tenía muchas ganas de nada, pero quería distraerme un poco de mis oscuros sentimientos.
-Estoy en casa. ¿Nos vemos en el centro comercial? Iba a ir esta tarde.
-No puedo esperar tanto. Quiero verte ahora, quiero estar todo el día contigo no solo unas horas. Voy a buscarte. Dime dónde te recojo. Si no estás haciendo nada...
-Pues no, estoy aún en la cama , no tenía ganas ni de levantarme.
-Oh, mi amor, lo siento, culpa mía seguro... perdóname, eso se acabó, se acabó hacerte sufrir, se acabaron las dudas, nunca más vas a llorar por mi culpa. Te quiero, es contigo con quien quiero estar. He sido idiota. No te merezco
-Pues no, no me mereces, y no sé si quiero verte, y no te creo, volveré a llorar por tu culpa.No quiero que vengas, no quiero saber nada más de ti, no me creo nada, ahora estás seguro y mañana dudarás otra vez.-Otra vez me sorprendí hablando con las palabras de otra mujer que no era yo.
-Sabes que no. Antes siempre dudé. Nunca estuve seguro. Nunca te dije lo que te he dicho ahora. Es producto de la reflexión, quiero estar contigo, pero entiendo tus dudas y sé que es culpa mía, tienes todo el derecho a dudar. Lo único que puedo hacer es esperar que me perdones, y que me creas con los hechos, y no con las palabras.
-Exacto. Demuéstralo, o deja ya de marearme. Cuando me lo demuestres, te creeré. Y puedes estar contento de que aún te doy una oportunidad. Mira, haz lo que quieras, yo ya no te creo, lo siento, tengo que colgar.
Nunca pensé que esa sería mi reacción. Pero así fue, así me lo pidió el cuerpo y así lo hice. No quería demostrarle nada, ni me sentí poderosa por tenerle VOLVIENDO A MÍ, simplemente reaccioné con naturalidad, y eso fue lo que me salió. Estaba aprendiendo por fin a protegerme, después de tantos golpes y de tanta estupidez. Me levanté de la cama y llorando desayuné mientras escuchaba mi emisora de radio, múscia romántica para un día romántico, de pronto caí en la cuenta de que era San Valentín, eso me hizo llorar aún más. Otro San Valentín sin amor.
Pero me había llamado, y no era de los que hacen promesas al aire, a mí nunca me hizo ninguna, siempre fue duro y frío, nunca habló de amor, aunque sus gestos y hechos le delataban. Ya solo su llamada era indicativa, había cortado toda comunicación. Pero no podía dejar de pensar en él, y me arrepentía de haberle colgado.
Mientras me vestía y arreglaba la casa, me acudía la tentación de llamarle, y sabe Dios qué fuerza me impidió hacerlo, porque yo nunca me había resistido a los impulsos, demasiado bien lo sabía, y bastante caro me había costado en la vida. Por una vez iba a hacer las cosas bien.
El teléfono volvió a sonar. Otra vez él.
-Estoy aquí cariño, muy cerca de tu casa. Te quiero. Perdóname. Estoy en el parque de tu calle. Te esperaré hasta que vengas.
Algo en mi interior me decía, hazle esperar,que demuestre que puede esperar. Dejé pasar una hora. Acudí tranquila por fuera, muerta de miedo en el interior.
Alli estaba, apoyado en su coche, mirando al vacío, seguramente aburrido ya. Pero estaba. Levantó la cabeza, me vio, acudió a mi encuentro...
-Nunca nos separaremos.
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