Finalmente el gran día había llegado, sin planearlo, sin premeditarlo, sin siquiera imaginarlo.
Eran alrededor de las 5 de la tarde aquel jueves, y después de un día bastantes agotador me disponía a viajar de vuelta a casa, pero repentinamente tomé la inesperada decisión de escribirle y decirle que deseaba verlo. No tardó más de un par de minutos en responder, para decirme que él deseaba lo mismo.
Media hora más tarde estaba afuera del edificio esperando, mi corazón estaba a mil por hora, como si se tratara de la cita con tu "primer amor"... Entré al carro y ahí se encontraba él, con una inmaculada camisa blanca recogida justo hasta sus codos, la cual combinaba perfectamente con un pantalón beige; como siempre su sensual barba, prolija como de costumbre adornaba sus deliciosos labios.
Nos saludamos tímidamente, aun sabiendo que deseábamos con ansias sentir nuestros labios juntos. Después de conducir sin rumbo decidió detenerse en un vecindario bastante tranquilo a la sombra de unos cuantos árboles. Fue ahí cuando el deseo empezó a hacer su trabajo, mirándonos fijamente y con ganas de todo empezamos a besarnos desenfrenadamente, él tiraba de mi cabello, mientras yo apretaba su cuello en un beso que parecía eterno, lleno de pasión, y ternura al mismo tiempo... Las pequeñas hojas secas de los árboles caían sobre el cristal del carro debido a la cotidiana brisa de la ciudad; aquello daba una atmósfera placentera.
Después de besarnos y acariciamos todo el cuerpo frenéticamente, nos percatamos que en el balcón de una de las casas se encontraba un hombre bastante atento a lo que sucedía entre nosotros; sin meditarlo demasiado mi "Juliette" interior llevada por las ganas, y el morbo de tener un espectador presenciando nuestro espectáculo, bajó decididamente su cabeza, para alcanzar con su boca la erección que hasta ese momento había estado atrapada bajo su pantalón, desató la correa, bajó el cierre y un erecto, y apetecible pene salió en busca de más placer. Lo introduje en mi boca, quería devorarlo, su sabor era tan tentador que no podía parar de chuparlo, y él simplemente jadeaba, gemía retorciéndose ante mi boca.
Ansiosos por desfogar toda la lujuria que nos conectaba buscamos un lugar para los dos. Ya en la habitación, sin ruido, sin espectadores, sólo el y yo, todo se conjugó para que el encuentro más añorado sucediera. Me tomó por la cintura, me apretó fuerte contra su erección, sus besos sabían a gloria, su lengua decidida chocaba con la mía, tiernamente desató el moño de mi camisa, y rápidamente me la quitó, con sus suaves manos desabrochó mi sostén y mis duros e hinchados pezones quedaron contra su pecho, que placer sentir nuestros cuerpos calientes tan cerca una vez más, lo habíamos deseado tanto que el instante parecía mentira.
Me lanzó a la cama, bajó mis panties color blanco, y sumergió su exquisita lengua en mi vagina húmeda, introdujo sus dedos que se deslizaron sin problema dentro de ella, mientras el continuaba el juego con su lengua. Deseaba a ese hombre como a nadie en el mundo, y ahí lo tenía todo para mí, quería sentirlo de dentro, se lo supliqué hasta que aceptó... Tendido sobre mí, mirándome a los ojos, metió con fuerza su caliente y erecto pene en mi ser (una sensación que no sé cómo describir), sus estocadas eran fuertes pero contundentes, me hacía sentir en otro plano, mis líquidos eran cada vez más abundantes y espesos y las ganas de correrme con él dentro de mi más urgentes...
Una y otra vez su pene entraba y salía, con más fuerza, con más ganas, el momento estaba a punto de llegar, mi cuerpo comenzó a temblar, mi corazón aún más agitado y mi respiración más densa abrieron paso a mi orgasmo, mientras al mismo tiempo él desbordó todo su placer corriéndose dentro de mí.
Con una mirada y una sonrisa nos despedimos, siendo cómplices de este delicioso secreto.
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