Por primera vez, allí me encontraba, de pie delante de la casa donde ocurrió todo. De fondo el paisaje de la sierra, un monte lleno de árboles que en pleno invierno sus ramas se quiebran al cubrirse de nieve.
Habían pasado los meses y volvía de nuevo solo, todavía me dolían los sentimientos al pensar en ella, después de aquel día sabría que siempre estaría conmigo.
Lo que os relataré a continuación, fue para mí la prueba que acreditaba tantas historias leídas al respecto y que en su día me las creí por entretenimiento.
El día en cuestión…
Neri era “mi chica”, así la llamaba siempre cariñosamente, una preciosa muñeca de esbelta figura, melena negra y sensual sonrisa. Pero aunque así no hubiese sido, mi chica, por dentro era mucho más hermosa y con una bondad que te envolvía de paz debido a sus actos.
Allí celebraría mis triunfos en el trabajo, junto a ella, en aquella casa rural que ahora describo y recreo para vosotros. Fueron unos espectaculares días, activas jornadas en las que hubo de todo, amor en la intimidad, diversión al aire libre y sobre todo en las horas libres, largos paseos, con disfrute de la naturaleza.
Aquella tarde casi escondido estaba el sol entre las montañas, y nosotros regresando a la casa, cuando de pronto un cachorro se cruzó en nuestro camino. El perrito andaba desorientado, sus lamentos perrunos advirtieron a Neri, que lo cogió en brazos viendo que no estaba herido. Que lo que le dolían seguramente eran las tripas, vamos, que tenía hambre.
Mi chica lo cuidó, lo alimentó y le dio aquel cariño que le faltaba. Avisamos por si se había perdido, pero no hubo respuesta. Al pequeño labrador negro cómo el cabello de mi chica, no lo reclamó nadie.
Los días de placer habían terminado, abandonamos aquel lugar de ensueño con la intención de volver.
-Déjanos despedirnos, le pedíamos a Black, que así lo bautizamos, que no tenía espera para ver qué le esperaba fuera de allí. Le habíamos mimado mucho aquellos días, ya veríamos como le sentaría quedarse solo cuando nos fuésemos a trabajar.
No llegaríamos a saberlo nunca, bueno, Neri, fue quien no llegó a saberlo, la vida juega muy malos reversos que hay que asumir aunque pese y no creas que vayas a poder salir de ellos. La fortuna nos abandonó en la vuelta a casa, una brusca maniobra hacía que el vehículo diese una vuelta de campana.
Insisto, la mala suerte se cebaba con nosotros, el destino nos separó. Un mal golpe en la cabeza la dejó en el sitio, dejándonos a Black y a mí huérfanos. Porque ella era única y estoy seguro de que ya no habrá en mi vida otra como ella, me decía mientras miraba su fotografía.
Pero la historia no termina aquí, después del funeral y de los días de luto, nada de lo que hiciese me consolaba, ni a mí ni a nuestro Black que aullaba sintiendo por la noche la ausencia de nuestra chica. Qué podría calmar las ansias de verla, que por momentos me hacía enloquecer, leía y cada palabra me recordaba a ella, escuchaba música y sus recuerdos bailaban en mi mente. Hasta ver al perro tumbado en el sillón con la habitación en penumbras me recordaba a ella. Una llamada me despertó de mis sueños con Neri. Quién es, pregunté, la respuesta me dejó sin palabras, él también, era cruel que me lo quitasen. En fin volvería al lugar y con pena dejaría al can en su hogar, que era lo que aquella voz femenina me pedía.
Desde de aquel día es la segunda vez que me acerco a la casa rural que nos acogió aquellos días felices. A pocos metros de donde surgió el accidente que se llevó la vida de Neri. El lugar en el que nadie había reclamado a Black, pero insisto un lugar que nos enseñó a ser felices.
La voz que acompañó a la llamaba aquel día, era la de una joven, que me citó allí reclamando al perro. La sorpresa fue que al llegar y llamar a la puerta, quien abrió era casi el vivo retrato de mi chica. Su pelo negro, su delgadez y su bondad al hablar me confundían, parecía que la estaba viendo a ella. Por un momento en nuestra conversación llegué a llamarla Neri, disculpándome en el momento por mi torpeza. Reiterando que volviese a decirme que ella no había sido la que me llamó, ni que era la dueña de Black.
Sin lugar a dudas era ella, mi chica, la que me había llamado, predisponiendo que fuese allí de nuevo para conocerla, pues mi vida no tenía sentido sin ella, ni con nadie que no fuese indicado por ella para que me acompañase.
©Adelina GN
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