Ventajosamente olvidaste lo nuestro en algún páramo inerte, uno de esos donde la sal limita las posibilidades de la alquimia propia del amor… yo al menos no sentía orfandad, tenía la palabra para intentar evocarte.
Mi obseso compulso genio lograba reducirte por el efecto de mi prescrito sintetizador artificial, luego, la resonancia barroca de la arquitectura en la ciudad devolvió el ruido de tus pasos a mi mente… alegre me di cuenta de que tenía recuerdos, recuerdos para recrearlos palabra, palabra ciencia ficción, capítulo último, donde entre monstruos espaciales defendías mi amor con una pistola laser.
Te muestras visión onírica de manera constante, en jeans azules, código, tótem y clave, algoritmo de base de datos… y yo al menos sigo teniendo la palabra, palabra que colocada en mi dispositivo de almacenamiento puede insertarse para luego ser presionada con la deliberada intención de borrarte.
Finalmente hoy te revelaste en el laberinto de letras donde irredento minotauro me confundes, donde se repite tu nombre… pero al menos sigo teniendo la palabra, calma e incesante, incesante y calma, incesante…
Ejercicio –dijo el psiquiatra-, yo lo entendí como quehacer literario, de todas formas hay cosas que no podría explicarle.
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