Dicen que las almas a veces elaboran un plan para encontrarse. Y en aquella tarde, aquellas personas ajenas al destino que conjuraban sus almas, bebían y hablaban de lo humano y lo divino.
Una tarde cualquiera, con los éteres de los licores sin otra pretensión que vivir el momento, esas personas ni siquiera tenían previsto que iba a pasar, pero sus almas sí.
Y así pasó que un poco nubladas por el ambiente, desfogaron una cascada de sentimientos dejando salir aquello que quema sin arder y duele sin herida.
El pasado es la sombra de la vida, te acompaña donde vas, y aunque a veces se ignora, sigue arrastrándose a tus pies y te persigue.
Y en aquella tarde, las almas conjuraban la manera de sacar ese revoltijo de pasado y presente y desenredar la madeja de ideas, intenciones y gotitas de historias a medio saber y a medio entender.
Y así fue que derrochando sentimientos, empezaron a desfilar pasados, tantos como momentos y con risas y lágrimas, aquel ovillo enredado, se convirtió en un bella cascada de emociones, donde los besos, abrazos y “esto es lo que nos hace sentir la vida” fue lo que se quedó grabado en retinas, en el baúl de los recuerdos, donde aquellas almas jugaron a que esto pasara.
Otra vuelta de tuerca a los sentimientos, que en perpetua transformación todo lo cambia.
Quizás esas almas no vuelvan a conjurar, pero sin letras escritas dejaron grabado otro pasado para recordar.
A ellas, las que dieron rienda suelta a lo que quemaba sin arder y dolía sin herida.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales