A Mari Luz, lo que más le gusta hacer es pintar. Pero, lo que más le gusta hacer aunque esté pintando es hablar de ella misma, de sus pinturas, de su vida. Reduce el mundo a unos enunciados en primera persona.
Contra lo que pueda parecer, Mari Luz es simpática y agradable. Explica con todo detalle su técnica de espátula y mezcla de color en el lienzo. Hay que arrancarle la luz a la pintura. Hasta el negro brilla. Mientras habla lo llena todo y cuando su voz no suena en el estudio es que se ha ido. Hoy está especialmente feliz porque ha vendido un cuadro. El dinero es lo de menos pero, hoy ha traspasado la frontera de los aficionados. Hoy está que se sale.
Va a pintar un ramo de flores y llena la paleta de colores chillones. Coge una paletada de amarillo y, mientras alza el tono de voz explicando dónde va a iluminar, el color escapa al contacto con el lienzo y sube entre sus dedos y se queda en el hombro. Queda un blanco grisáceo en el lienzo y Mari Luz parece un desvarío del fluorescente del techo.
Mari Luz sigue ajena a lo que hace. El rojo de los pétalos que llena ahora su espátula, salta hasta sus mejillas cuando contacta con el lienzo al grito de Así, para que tenga volúmen!!! Mari Luz, ebria de risas, parece que esté a punto de embolizarse.
Los verdes tienen un comportamiento más discreto y desfilan de la paleta hasta su espalda. Mari Luz tiene la espalda verde hoja y en la paleta sólo quedan azulas en las tonalidades frías. Da igual, las hojas serán azules y mientras carga la espátula de añil, a la voz de quebienestaquedando, el azul salta a sus ojos y se desparrama por la cara. La mirada de Mari Luz es azul marino.
El lienzo queda lleno de texturas cremosas blanquecinas mientras el aire recoge el eco de comopintarflores y Mari Luz refulge en su cromatismo. Ya no queda nadie en el estudio. Entonces Mari Luz calla y se apaga. Y es que es muy difícil pintar cuando no se mira hacia afuera.
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