¿Quién perdería más si paramos ahora? –me pregunto divertida-
Consciente de sus provocaciones verbales, tan desconcertantes y peligrosas como las corporales, decidí guardar silencio.
Te da miedo –dijo después de morderse el labio inferior, alzando las cejas y sonriendo-
Recogí las prendas de almacén que habíamos comprado horas antes mientras la escuchaba.
La mire seriamente: deberíamos irnos, el permiso de salida acabará pronto, es tarde.
¡Si te da miedo! – se burló y empezó a dar vueltas saltando sobre la cama, cubriendo su piel de reminiscencias aztecas con la ropa interior solamente, con esas gesticulaciones tan sugerentes, invitándome a regresar a su bebedero de humores cambiantes.
Se abalanzó sobre mí y me abrazo ferozmente, me beso en forma rebelde: No debería darte miedo, yo estoy convencida…
Eres mi paciente –le contesté- deberías entender que ante tu familia, ante mis colegas y ante todos, tú siempre saldrás impune de esto.
Entonces cúlpame ahora, diremos que yo te seduje, condénate conmigo sin arrepentimientos –me reto - en está habitación yo no soy la loca y tú no eres el doctor. Si me preguntan diré que solo comíamos helado…
Se detuvo, esperó mi reacción mirándome fijamente y levantando la mano derecha dijo: te lo prometo.
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