El sendero fue testigo

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Guillermo

El sendero estaba flanqueado por árboles de variados colores. El otoño los había pintado de amarillo, dorado y marrón, pero yo sabía que no eran definitivos. Solamente los pinos mantendrían su verde. Estaba trotando en el sector que bordeaba el lago y estaba tan absorto contemplando la vegetación que no vi al ovejero alemán hasta que estuvo casi encima de mí. Aterrorizado me detuve inmediatamente, pero me relajé cuando escuché una voz femenina que me decía,

- No te preocupes, a pesar de su aspecto es un buen muchacho.

Como si quisiera demostrar lo que su dueña decía, la bestia se detuvo a mi lado y me lamió la mano que tímidamente extendí. Su dueña había aparecido trotando en el mismo sendero en dirección opuesta a la mía.

Cabello castaño, ojos verdes, buenas caderas, tetas normales, culo por ser catalogado. Fue una categorización instantánea de alguien que, juzgué a partir de ese momento, valía la pena.

Martina

Tiburón, mi ovejero alemán, se me había adelantado mientras yo trotaba en el sendero alrededor del lago. Lo escuché lanzar un ladrido y apresuré el trote para superar la curva que tenía adelante y poder ver qué pasaba ya que los árboles me lo impedían. Cuando pude ver el sendero hacia adelante, Tiburón estaba aproximándose a un tipo de mi edad, realmente atractivo. A juzgar por la ropa y algo de transpiración en su camiseta, también había estado trotando.

- No te preocupes, a pesar de su aspecto es un buen muchacho. – le dije, y Tiburón le lamió la mano.

Guillermo

“¡Qué mujer!”, me dije a mí mismo e instintivamente inicié la conversación.

- Espero que sea cierto, porque parece un perro agresivo.

Martina

- Espero que sea cierto, porque parece un perro agresivo. – me respondió.

- Para nada, siempre y cuando te portes bien, de otra manera sabrá cómo defenderme.

- No te había visto antes por acá. – me dijo.

- Me mudé hace solamente tres días. – respondí.

- Bueno, no quiero retenerte… hoy, pero, ya que eres nueva, ¿quieres que nos encontremos mañana para trotar juntos?

- Cómo no. ¿A las 9 de la mañana en la entrada? – le dije mientras reanudábamos nuestros trotes.

¿Pensaría en hacerme el amor? La idea ya se me había ocurrido a mí.

 Guillermo

- Cómo no. ¿A las 9 de la mañana en la entrada? – me respondió cuando la invité a encontrarnos al día siguiente.

No solamente trotamos juntos al día siguiente, sino que nos juntamos día por medio durante una semana. Las leggins que vestía me ponían loco exponiendo la forma y el tamaño de su culo. Varias veces tuve que esforzarme para controlarme y evitar que mis erecciones se hicieran muy visibles.

Martina

Mientras esperaba a la entrada del sendero pensaba, “Espero que se decida hoy porque si no lo hace no vengo más. Ya me he calentado bastante mirándolo y observando las veces que se le ha parado la verga”. No bien llegó empezamos a trotar en el desierto sendero.

Guillermo

A pesar de los olores de la naturaleza en el medio del bosque, su sensual perfume me hizo decidirme. Salimos del sendero y bajamos hasta la orilla del lago para observar unos cisnes. La miré detenidamente y en silencio. Leí en sus ojos deseos similares y sin esperar más la apreté contra el árbol más cercano, busqué su boca y, como para no dejarle duda de mis intenciones, le apoyé la verga.

Martina

Me apretó contra un roble y no solamente me besó profundamente, sino que me apoyó su pija. Respondí a su beso con pasión, lo apreté contra mi cuerpo con mis manos en sus nalgas y supe que en breve estaríamos cogiendo. Sus manos acariciaron mis senos y yo busqué contacto con su verga. La encontré sin problemas, ya agrandándose para un futuro promisorio.

Me levanté el top y lo dejé que se regocijara con mis tetas ya que el goce era mutuo. Besó, lamió y chupó mis pezones mientras estrujaba mis tetas. Las caricias de mis manos continuaban haciendo crecer su pija. Le introduje una mano en sus shorts y se la masajeé libre de obstáculos. ¡Qué hermoso tamaño!

- Hazme gozar con tu lengua. – le dije.

Guillermo

- Hazme gozar con tu lengua. – me dijo.

Bajé desde sus pechos lamiendo, gozando cada centímetro de su cuerpo, salado por la traspiración. Mientras tanto iba bajando las leggins. Su pubis solamente tenía una línea vertical de vello y la seguí con mi lengua, pasé por su protuberante clítoris y degusté su rasurado sexo. El aroma combinado de sus jugos y su transpiración eran poderosamente excitantes. Una y otra vez succioné su clítoris, lamí su concha y tragué sus jugos.  

Martina

Trabajó con placer, dándome placer, sobre mi clítoris y toda mi concha. Sentía los efectos de la cabeza a los pies. Le aparté la cabeza de mi entrepierna antes de perder el control.

- Déjame ocuparme de ti por unos momentos. – le dije y lo guie a que se pusiera contra el árbol. Me arrodillé frente a él y tomé en mis manos su erecta pija. No pude menos que observarla detenidamente antes de comenzar a lamerla, imaginándomela dentro de mí.

Guillermo

Me desprendí de mis shorts, intercambiamos lugares y, luego de mirarme la verga con detenimiento, comenzó a lamerla. Primero la cabeza, luego toda a lo largo. Después, mejor aún, comenzó a embuchársela, cada vez un poco más hasta que la introdujo en su boca totalmente.

Martina

Me encantó cuando puse su falo completamente dentro de mi boca a pesar de su tamaño y su endurecimiento. Guillermo me ayudaba a realizar los vaivenes de mi cabeza. Quería que terminara dentro de mi vagina no mi boca así que después de unos momentos me paré y le dije:

- Métemela, quiero tenerla adentro mío, quiero que me cojas, que derrames tu leche dentro de mí.

Guillermo

- Métemela, quiero tenerla adentro mío, quiero que me cojas, que derrames tu leche dentro de mí. – me pidió.

- ¿Por delante o por detrás? – le pregunté, mientras mi pene me pedía a gritos que la penetrara y los ojos de Martina se clavaban en él con deseo mientras lo masajeaba con una mano y con la otra frotaba su clítoris.

Martina

Le dije que me penetrara por delante y me recosté contra el roble. No se hizo rogar. Se agachó un poco para facilitar su entrada y su magnífica verga se internó en mi vagina arrancándome un suspiro.

- Cógeme, cógeme. – le dije.

Guillermo

- Cógeme, cógeme. – me pidió, y mis entradas y salidas de su lubricada concha la dejaron sin dudas de que lo estaba haciendo. Puse mis manos en sus nalgas para penetrarla tan a fondo como fuera posible y le mordisqueaba el cuello cuando no estaba ocupado con su boca ardiente.

Martina

Sus penetraciones me hacían gozar terriblemente y supe que estaba por tener mis orgasmos. Subí mis piernas a su cintura, abriendo aún más mi concha.

- ¡No te detengas, – le pedí – así, más rápido, hasta el fondo!

Guillermo

- ¡No te detengas, – me pidió – así, más rápido, hasta el fondo!

Martina

Mi orgasmo fue fenomenal, tan fuerte, que le mordí el hombro más fuerte que lo pensado. Pude sentir el chorro inicial de leche y con cada eyaculación me clavó más fuerte contra el árbol.

Guillermo

¡Excelente cogida!


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