En la pulserita que llevo en mi mano pone que mi nombre es Rubén. Pero te contaré un secreto: a mí me gusta más el nombre de Lucía. Mírame, ¿qué tiene eso de malo?
Papá insiste en que tengo que jugar al fútbol y ponerme pantalones y camisas. Pero te contaré un secreto: me gusta más jugar a las muñecas y me gusta ponerme las faldas de mi hermana. Mírame, ¿qué tiene eso de malo?
Toda mi vida me han llamado Diana. Pero te contaré un secreto: siempre he sido un chico, aunque solo yo pudiera verlo y sentirlo. Mírame. ¿qué tiene eso de malo?
Tengo 60 años y llevo desde los 30 siendo consciente de que vivo siendo quien no tengo que ser. Te contaré un secreto: los fines de semana me escapo de casa y, a escondidas de mi esposa e hijos, me desnudo frente a un espejo y me imagino que mi cuerpo es otro diferente al que tengo, me imagino que tengo pechos, me imagino que mi sexo es diferente. Me imagino que me llamo Alexandra. Mírame, ¿qué tiene eso de malo?
Mi madre me sigue llamando Ana, aunque sabe que no me gusta. El otro día le confesé que siempre he sentido que soy un chico y no una chica como ella cree. Le pedí perdón. Te contaré un secreto: lloré en mi habitación durante horas porque escuché como ella se lo contaba a mi padre y ambos lloraban de pena. Mírame, quiero que me llamen Marcos, ¿qué tiene eso de malo?
Tapo los espejos de mi casa cada vez que paso frente a uno de ellos. No quiero ver mi cuerpo, ese no es mi cuerpo. Ese no soy yo. Te contaré un secreto: cuando duermo, sueño que la imagen que me devuelve el reflejo sí soy yo, y acaricio lentamente mi piel. Y soy feliz. Mírame, ¿qué tiene eso de malo?
Mírame.
Mírame.
Mírame, por favor.
31 de marzo, Día de Visibilidad Trans
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