Zonas de Placer

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Llevábamos más de mes y medio escribiéndonos vía mensaje, todo inicio en una página de encuentros, nuestras pláticas eran sobre las cosas que habíamos superado con nuestras ex parejas, tú estabas aún adolorido por tu última ruptura y yo estaba en un estado de fin de duelo.

Un día la plática fue subiendo de tono, empezamos con un juego de decir 5 zonas del cuerpo donde nos gustaría besarnos, no podíamos repetir lo que el otro dijera. Iniciamos con lo típico, para terminar inventando, tratando de no decir la zona que realmente se nos venía a la mente.

Tú rompiste el tabú y dijiste que querías besar mis nalgas, eso me excitó enseguida; sin embargo, seguí con decir tu ingle, me reprendiste, “dime el verdadero lugar donde me quieres besar”, no pude resistir, “quiero besar tu verga”. Me respondiste con emoticonos de placer. Después de eso, nuestras conversaciones cambiaron por completo y mis ganas por conocerte fueron en aumento.

Los dos queríamos llevar a la práctica todo lo que nos dijimos después. El día llego, me invitaste a acampar en la Zona de Teotihuacán, enseguida acepté. Quedamos de vernos en la Central de Autobuses, llegarías desde Monterrey y yo que vivo en la Ciudad sólo tendría que tomar un taxi.

Llegué antes que tú, se supone que las mujeres nos debemos dar a desear, pero ya bastante nos deseábamos mutuamente. Nunca te había visto, sólo las fotos de tu perfil, mientras esperaba, las dudas surgían, y ¿si no es quién dice ser?

Cuando te vi caminar hacia donde yo estaba, enseguida te reconocí, si eras el de las fotos, incluso más atractivo, lo primero que llamó mi atención fue tu boca de labios gruesos. Sonreíste al verme, nos abrazamos y me besaste en la boca, un beso atrevido para ser el primero, tu lengua recorrió la mía y enseguida me mojé.

Subimos al autobús rumbo a Teotihuacán, el trayecto fue menos acalorado, sólo platicábamos de cosas sin trascendencia. Llegamos al campamento, armamos la casa para acampar y ordenamos todo.

Terminando, nos acostamos un momento dentro de la casa, sin cerrar la entrada. Al estar tan cerca, no pudimos aguantar. Nos besamos con pasión, rodee con mi pierna tu cuerpo, mientras nuestras lenguas se reconocían. Acariciaste mis nalgas por encima del pantalón, instintivamente nos pegamos el uno al otro, pude sentir tu erección pegando contra mi pelvis.

Tu bulto se sentía realmente grande, me pegué a él. Fue el momento en que recordamos que la entrada estaba abierta y que afuera habían muchas personas que podían vernos. Nos separamos, aunque mi tanga escurría y quería probar más.

Seguimos con las actividades del campamento, se hizo de noche. El viento helado comenzó a sentirse hasta los huesos, inocentemente te pedí que fuéramos a dormir. Tal vez, sentiría menos frío dentro de la casa de acampar, por supuesto, con la entrada cerrada.

Ya adentro, nos recostamos y yo me recargué en tu pecho. Buscaste mi boca, tu saliva me invadió, yo no podía más, bajé mi mano hasta tu bulto. Nuevamente estaba a punto de estallar dentro del pantalón. Desabroché los botones que lo contenían y lo toqué directamente.

Ante ese atrevimiento, metiste tus manos bajo mi blusa y comenzaste a amasar mis tetas. Sentí como pellizcabas mis pezones, me levantaste por completo la blusa y con tus labios gruesos mamaste de ellos. Sentí que un primer orgasmo me recorría, esas ganas de ti estaban haciendo efecto.

Al ver mi reacción y disposición, con un movimiento rápido y fuerte, levantaste mis caderas y para quitarme tanto el pantalón como mi tanga. Notaste enseguida que estaba empapada y con tu lengua me fuiste limpiando. Tu rostro se hundió en mi pelvis, recorriste mi clítoris a placer, incluso mordiste mis labios vaginales y enseguida tu mano desde atrás se apoderó de mi coño.

Introdujiste dos dedos en mí, y comenzaste a cogerme con tu mano, mientras tu lengua no dejaba lo suyo. Comencé a sentir como el placer me recorría con gran intensidad por todo el cuerpo, tus dedos entraban y salían, tu lengua hacia círculos con mi clítoris, no me pude contener más, un gran orgasmo me inundó, me vine por completo en tu mano y boca, sentí como escurría sin parar, mientras me mordía el labio casi hasta sangrar para no gritar.

Te recostaste a mi lado, aún tenías puesto el pantalón, me recuperé del gran placer que me habías dado y quise retribuirte. Bajé hasta tu cadera, te saqué el pantalón y ropa interior, enseguida pude ver lo grande de tu verga, esa verga que tanto había deseado ver, al fin estaba frente a mí. Hermosa, grande, venosa, tu glande rosado apuntando hacía mí.

Sin pensarlo, me abalancé hacía ella, con mis labios la cubrí y lentamente comencé a besarla. Con mi lengua la fui conociendo, cada vena, toda su textura y extensión. Es muy grande y gruesa, un magnífico ejemplar. Besé tus testículos y te llene desde la base a la punta con mi saliva, succioné tu glande, mientras mi lengua jugaba con tu frenillo, logré que se endureciera más.

Seguí jugando con ella, aceleraba un poco la succión para después reducir el ritmo y así mi lengua fuera la protagonista otra vez, sentí como tus manos se acercaron a mi cabeza, suavemente la empujaste hacía ti. Sabía que morías de ganas de que la introdujeras toda en mi boca; así que eso hice, la realidad es que al ser tan grande se me dificultó un poco, pero logré cubrirla casi hasta la base.

Fue cuando aceleré el ritmo, la saliva escurría por todos lados. La punta chocaba contra mi garganta hasta hacerme sentir una arcada, sin embargo, eso no me importó. Me sentí poderosa, sabía que tu placer dependía de mí. Así que, fui más rápida, tu verga entraba y salía de mí, vi como tu cara se transformaba. Estabas a punto de llegar.

Preguntaste si yo quería que hicieras en mi boca, a lo que asentí. Por supuesto que quería probarte, quería tragármelo todo, que me inundarás con tu semen. Y así fue, explotaste en mi garganta, tu semen al mezclarse con mi saliva, alcanzó a escurrir, tragué todo lo que pude y lo demás lo lamí hasta dejarte limpio. Tú, quedaste absortó con un gesto de placer.

Primera misión cumplida, el juego se hizo realidad, nos besamos en todas las zonas del cuerpo que nos dieran placer.

Era la primera vez que te veía, era la primera cita. Muero de ganas de que nos veamos otra vez.


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