A esta hora de la madrugada se presenta ante mí un dilema; una grieta existencial que devora un extracto de mí, a la vez que me devuelve a los escombros de mi pasado. ¿De verdad extraño el pasado o sólo es la luna llenándome de dudas? La ventaja que poseía el 'yo' de antes era precisamente la de contar con la mente en un estado letárgico producto de las actividades rutinarias. La sociedad había triunfado, entonces, pues por fin había renunciado yo a mi condición de frívolo. Todo parecía, pues, carrozas y algarabía. No tenían idea de que mi excentricidad es lo que más me caracteriza; que mi irregularidad me devuelve a los estados triviales y poco ortodoxos. Mi mente ocupada me exoneraba de todas estas pruebas ontológicas que han vuelto a invadirme y parecen no tener final. Mi mente ocupada se encargaba de eludir las preguntas del ser y su existencia. Mi mente ocupada evitaba que prosperara cualquier intento de flagelo. Pero volvió el irregular e impulsivo; no pudo mantenerse más tiempo escondido porque nadie es capaz de negar la naturaleza de su ser. Volví yo, y en compañía de la oscuridad y el silencio -mi sintonía favorita- me pregunto hoy: ¿dónde está mi mente?
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