Me gustan mis zapatos rojos.
Son mis zapatos favoritos.
Mis zapatos rojos.
Rojos.
Hay niñas y una pelota.
Yo no quiero jugar a la pelota.
Quiero ir allí, hay árboles y flores.
Cogeré una flor para mamá.
Hay muchas flores blancas.
Son bonitas.
Mamá me está llamando.
Cogeré una flor para mamá.
Cogeré la flor roja.
Puede llevarse todo el día mirando sus bonitos zapatos rojos. La primera vez que los vio en una tienda, empezó a gritar, intentaba decirme que los quería. Yo se los compré y no puedo olvidar la cara de felicidad que puso cuando los cogió en sus manos. Creo que nunca lo había visto sonreír tanto.
A veces, le hablo, pero no me responde. Parece que ni siquiera me escucha. Es como si no estuviera aquí conmigo, como si yo no existiera para él, como si nada existiera, salvo él mismo. Sigue mirando sus zapatos rojos. Creo que son sus preferidos.
Me gustaría verlo jugar con los demás niños y niñas aquí en el parque. Le digo que vaya, lo incito a que se acerque al balón que las chicas le lanzan, pero él parece no ver el balón, parece no ver a las chicas que se quedan mirándolo como si fuera diferente a ellas. En vez de darle una patada al balón, se va a otro lado, donde están los árboles y las plantas que tan bonitas se ven ahora en primavera.
Se para. Sí, se ha detenido. Me pregunto que estará haciendo.
Le grito. Grito su nombre para que me mire.
Pero él no me escucha. Es como si yo no existiera para él.
Seguramente se ha quedado mirando nuevamente uno de sus zapatos rojos...
#DíaInternacionalDelAutismo
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