Con ganas. Muchas ganas de sexo del bueno, del salvaje.
De ese que cura los males pulmonares y alivia espasmos musculares. Del bueno, que rejuvenece. Con ganas de falo duro, firme y caliente. De embates que me provoquen inundaciones mayúsculas. De dedos traviesos en mi vagina. De lengua ávida de mi sexo. De manos que nalgueen mi grupa fabulosa. De besos franceses, besos de Singapur, besos negros. De mordisquitos en las tetas, en los labios, en el cuello, la nuca, las nalgas.
Con unas incontenibles ganas de sentir unas manos poderosas que me posean y me exploren, que busquen, revuelvan, rebusquen y produzcan magia. De esas que con firmeza me abran las piernas y se agarren de ellas para ceder el paso al majestuoso atributo que anhela clavarme con certeza y furioso deseo. Que den permiso a esa verga ansiosa para llevarme al paraíso. Con ganas de desbordarme en los espasmos involuntarios de orgasmos imparables que me lleven al llanto. Con ganas, muchas ganas de pedir "ya no más", queriendo que nunca se termine la faena.
Con muchas ganas de un hombre que sólo se dedique a mí hasta que, ya agitada de tanto éxtasis, explote dentro de mí y me llene de sus esencias haciéndome temblar de gozo y de ganas de repetir.
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