Amor a precio de sangre
Por Leomaria Mendes
Enviado el 09/04/2019, clasificado en Varios / otros
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Hago un último esfuerzo intentando recordar como he llegado aquí.
Era un martes sobre las 19:00pm cuando acudí al motel en compañía de mi amante.
Yo no era mala mujer, solo era una esposa despreciada por su marido, que ya no me encontraba atractiva pasado los años, en falta de cariño apagándose como una vela moribunda día a día.
Afectada mentalmente como mujer, para gustarle a mi rico marido, he tenido que pasar por varias intervenciones estéticas dolorosas, derrochaba billetes solo por agradar a un hombre ciego por su ego.
Todo era en vano, el seguía sin tocarme y con sus amantes sin ya esconderse.
Para sentirme mejor, contrataba servicios masculinos de alto estándar para desahogar me sexualmente y sentirme viva, hasta que conocí a Atuan.
Este chico de compañía, me daba todo lo que necesitaba para suportar al hipócrita de mi marido. Al inicio eran pocos encuentros que paulatinamente iban en aumento, me estaba enamorando.
Económicamente le mimaba a cambio de un poco de amor, aunque fuera fingido.
Pero en esta noche, todo cambio cuando Atuan confeso tener esposa. Me disguste bastante y sin pensar lo eche de la habitación. Él se negó a marchar se y de forma agresiva inesperada, me cogió por el cuello y me dijo estas crueles palabras:
¿Qué pensabas?
¿Qué me había enamorado de ti?
- Mírate bien, eres vieja, gorda y aburrida, cuando te penetraba lo único que me ayudaba a estar en erección, era pensar en los dólares que ibas a regalar.
- Tú no me echas, me iré yo a vomitarme a otro lado.
Recuerdo que él se marchó de un portazo, llevando todo el efectivo de mi billetero.
Me sentía muy mal y avergonzada por soñar que podría existir algo entre los dos, después de todo lo proporcionado y querido, como ha sido capaz de tanta crueldad.
Tomada por llantos en profunda tristeza me asome a la ventana, como si tuviera hipnotizada por el dolor. Recuerdo que escuche una voz que me decía lánzate y desaparece.
Y aquí estoy.
Me miro y siento lastima de mi misma, toda una vida desperdiciada obstinada a perseguir imposibles.
Echada al suelo en un charco de sangre bajo el edificio del motel, puedo ver como todos me miran asombrados buscando auxilio de forma estérica y desordenada.
Puedo sentir y oír todo lo que pasa en mi entorno, pero no puedo moverme.
Siento como la vida se me va abandonando lentamente, llegan los sanitarios y me preparan para llevarme en la ambulancia.
Cierro los ojos y solo quiero descansar de vivir.
Gracias Atuan...
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