EL COLOR DE LA MUERTE
Por Adelina Gimeno Navarro
Enviado el 18/04/2019, clasificado en Intriga / suspense
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#damelahistoriatu El poder de las letras Página de escritores independientes.
Comenzaba a anochecer, el cielo se tornaba de fuego, era tan alarmante que Arturo se refugiaba en su cabaña, esperando que la noche se cubriese de negro.
Regresaba de abastecerse de comida, después de aquella primera noche nadie le reclamaba nada, todo era de él. Pero ya iba quedando menos, todo se termina, se decía mientras cerraba la puerta y le cruzaba un madero, para asegurarse de que nadie pudiera entrar.
No soportaba ver el campo sembrado de cadáveres. Alguna extraña circunstancia había, que cada noche mientras el cielo se tornaba de color muerte, brotaban de la tierra espectros en estado de putrefacción. Aunque desde hacía unos días no había vuelto a ocurrir y solamente era el cielo lo que se encendía.
Aquellos espantapájaros daban la sensación de que llevaban tiempo enterrados y con la acción del techo de la humanidad al aparentar fuego, revivían. Convirtiéndose en restos humanos colgados de un palo presidiendo y causando miedo a la única vida que quedaba en el lugar.
Miraba por la ventana, en sus ojos se reflejaba el tremendo panorama de muerte que había asolado el pueblo a pocos metros de su casa.
Del mismo modo, ocurría, un silencio sepulcral caminaba hacia su casa, lo iba envolviendo todo.
¿Lo escucháis? Es el mismo silencio, el mismo horror que aquella primera noche.
¡Es desesperante, no quiero morir!
El espanto que sufría Arturo le llevó a mirar el cuchillo que estaba encima de la mesa.
¡Vienen a por mí! Decía desesperado.
¡Ayudarme! ¡No dejéis que se me lleven!
¡Sí os digo a vosotros!
Es pavor lo que siente Arturo, un desespero agobiante que lo puede llevar al suicidio.
¿Pero podéis ayudarlo?
“Sigamos leyendo”
El color de la muerte se movía entre las nubes, el cielo se ensangrentaba.
Ya no quedaba nadie, ahora él era el siguiente. Iba a perecer y no había podido saber el motivo.
Esperaba paciente lleno de temor, sentía como la tierra crujía, abriéndose y dejando salir a los muertos.
De pronto Arturo abrió los ojos y mirando con espanto vio sus manos que se volvían rojas y que aquel color avanzaba por su piel cubriendo todo su cuerpo.
¡No! ¡No puede ser! Gritó con desesperación.
¡No puedo respirar!
Y ahogándose en su propio gritó, vio como el espantapájaros que quedaba cerca de la cabaña nacía de la tierra lleno de vida.
¡No puede ser! Volvía a pensar, apenas podía articular palabra, lloraba mientras el color de la muerte envolvía su vida.
Y así termina la historia, viendo a Arturo muriéndose, ahogándose en su propio pánico y escuchando como aquel día, el sonido de la muerte que surgía de la tierra. Y viéndose a él en aquel muerto viviente bajo el color de la muerte.
©Adelina GN
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