La enfermedad que nos abarco desde el principio fue el ayer, estábamos infectados de pasado… el mío siempre vino a tu mente en los momentos de conflicto, el tuyo siempre me pareció sorpresivo, por decir lo menos.
En algún momento quise volverme control remoto para sintonizarme en el canal exacto donde quisieras que hubiese estado, la verdad es que nunca me alcanzo el esfuerzo, la probabilidad es que tal vez no presionaste el botón correcto y sobra decir que mis ganas para decírtelo se perdieron en el trayecto.
Las cartas de amor y la cajita de música con la bailarina de fantasía se quedaron arrumbadas en los estantes de tu mente, se les fue acumulando el olvido. El cielo que existía en nuestra mirada empezó a llenarse de nubes negras y de a poco empezaron las precipitaciones que nos salían por los ojos; el polvo y el agua se mezclaron hasta ser una sustancia lodosa que nublo nuestro pensamiento, una vez en ese estado nos alejamos, nos desconocimos y luego nos esforzamos en fastidiarnos.
No era necesario… reconocer a tiempo que la soledad compartida no es amor nos hubiese dado un mejor desenlace, uno en donde podamos encontrarnos por la calle sin tener que esquivarnos.
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