La encomienda

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Creció como ese árbol fuerte que ama el entorno en el que se halla. La Naturaleza fue su aliada. Lo supo desde el primer día. La intuición desde el corazón fue su guía.

 

Soportó vientos y mareas con la integridad del que sabe que su palabra vale tanto como su vida, o más. Fue despertando poco a poco. Se involucró con toda la pasión. No entendía el cosmos de otro modo. La clave de su éxito radicó ahí.

 

Siguió la estela de los dioses cuando éstos tratan de conocer los aspectos más terrenales. Se convidó con la certeza bondadosa, solidaria, sabiendo que un alto porcentaje no se advierte.

 

Cautivó y fue captado por las redes del amor. No pudo resistirse. Es normal. Se embarcó en las realidades más variadas. Con ellas llegó a sus gentes, a su pueblo, a los que estimaban. Se mimetizó.

 

Nos ganó incluso cuando todo parecía perdido. Lo importante en la existencia, en todos los ámbitos, es tener el coraje de presentarnos lo más preparados que podamos. Luego son las circunstancias las que mandan.

 

Por eso, junto a los deberes que sentimos en el interior, la encomienda ha de hacerse. Este buen ser humano fue así: lo realizó. Cada tarde lo demostró mirando con valentía a su respetable público desde el albero. Constancia dejamos.

 

Juan TOMÁS FRUTOS.


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